Está en el agua

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Ella reemplaza al sol. Más brillante, más lejana y destructiva. Se alza ante mí, sin tiempo ni espacio. Crece. Lo abarca todo. Me mira desde las alturas con su risa de niña traviesa, putita angelical. Extiende sus brazos, abierta; sus cabellos de oro son los rayos, la aureola de santa. Mueve sus caderas de un lado a otro, despacio, y se despoja del manto en esta luz cegadora. Fuego, estrellas, polvo dorado. Yo estoy caliente. Siento hincharme con ella. Me monta abrasadora, me paraliza, me orilla a perder el equilibrio. Sus manos en mi cuello. La virgen stripper juega conmigo. Echa la cabeza hacia atrás; miro su manzana de Adán, sus tetillas, su ombligo perforado con diamantes y la erección de punta rojiza. Anhelo ahogarme en la carne de sus muslos; ven, siéntate en mi cara. Ella se muerde el labio, coronada. Se aleja. Se burla. Canta, sirena. Es mi reina. Mi diosa. La heroína que inyectada corre por mis venas. Ella me eleva. Me tortura. La pronuncio, inmortal. Nadie me hunde con más fuerza que tú. Nadie más hermosa, más luminosa. Llena eres de gracia, el Señor es contigo. Su beso me quema, me consume. Cada contracción es poderosa. Mojada. Me coge a sentones. Acaricio el vientre refulgente, su vello púbico. Cierro los ojos, deslumbrado; ella sigue ahí. Se estrella en mi rostro; es su lengua de fuego. Flameante, la busco, viscosa. Deseo fundirnos. Es imposible. No soy nadie. Ella reemplaza al sol.