Visita a alguien importante

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La brisa fresca inundaba los sentidos en las montañas de Gusu, el ambiente calmado invitaba a todos los estudiantes a leer con tranquilidad las lecciones del día y entrenar el arte de la espada sin caer sofocados en el agotamiento.

Apartado de todo bullicio se encontraba un campo de conejos, repleto de bolas blancas y esponjosas como las nubes que los discípulos llevaban en sus bandas de la frente. Las criaturas peludas, normalmente tranquilas, se encontraban en una carrera loca, saltando con toda su energía para escapar de la nueva amenaza que acechaba los pacíficos campos. Un niño pequeño, que aún no controlaba por completo la fuerza Lan que se desarrollaba en sus brazos, corría tratando de atrapar cualquier conejito a su alcance hasta que sus ojos se centraron en un espécimen más grande que el resto, semioculto detrás de un arbusto, con ojos rojos que miraban fijos a otro conejo en particular. El pequeño niño se acercó a este amiguito.

—Tú no eres de por aquí ¿Verdad?

En respuesta, el conejo más grande movió su nariz de arriba abajo, pareciendo extremadamente tierno. El infante decidió acercarse con cuidado, tratando de no espantarlo, pero el conejo estaba demasiado entretenido acechando a su par, así que no percibió la amenaza hasta que dos manos toscas pero bienintencionadas lo tomaron firmemente y lo levantaron, sacando una risita triunfal del victorioso cazador.

—Jiji ¡Te tengo! Ven conejito, aquí cerca hay muchos amigos para jugar. Un nuevo amigo siempre será bienvenido aquí.
El pequeño cargaba feliz al animalito hasta que una ráfaga de viento azotó contra su espalda que le hizo darse la vuelta, sus ojos brillaron con intensidad al ver una figura de blanco ya conocida que se acercaba desde los campos.

—¡Zhan Ge! ¡Volviste! Mira al nuevo conejo del grupo.

El pequeño nuevo Lan corrió con toda la fuerza de sus piernas mientras sujetaba al animalito, pero tan pronto vio otra figura vestida de negro se detuvo, resintiendo una energía pesada que emanaba del nuevo invitado.

—HanGuang Jun, ¿quién es el hombre tenebroso? — Preguntó con voz temblorosa mientras aferraba las piernas del Segundo Jade con su mano libre, escudriñando las ropas del sujeto que jamás había visto. De repente, el ondeo de una túnica negra con el viento le dio la ligera sensación de un cálido dejavú, la cual fue ignorada por completo al mirar los ojos severos de este cultivador. La cara de temor en el pequeño niño no paso desapercibida por BingHe, quién arrugó la nariz en una mueca de asco al ver al infante, pensando que con esas túnicas blancas pulcramente cuidadas esta criatura parecía solo un adulto diminuto, no había manera de llamar niño a esa cosa.

Lan WanJi no quiso dar respuesta a su pregunta, se agachó para encontrar el único pelo en la cabeza del pequeño qué estaba fuera de lugar y lo aplanó con su palma —Suelta. — Le dijo al niño mientras trataba de sujetar esa bola de pelos salvaje que giraba la cabeza y se agitaba desenfrenado procurando inútilmente su escape.

—Zhan Ge, pero está solo, vino buscando compañía —Dijo el pequeño olvidando momentáneamente al peligroso cultivador y evitando que el Segundo Jade le arrebatara al pequeño conejo.

— No puedes estar aquí solo

Ciertamente el pequeño sabía que debería estar practicando la escritura de caracteres o recitando los pocos cientos de reglas que se le habían enseñado ya, pero ir al campo de conejos a alimentarlos o perseguirlos siempre sería más divertido. No importaba cuánto tiempo debiera pagar como castigo, siempre valdría la pena por cuidar a los conejos.

Sabiendo su error, el pequeño usó el arma más poderosa contra su cuidador: los ojos de cachorrito, aumentando su poder 100 veces al forzar una lágrima que se asomaba, lista para caer en el momento indicado.

Si bien esta vez el hermano Lan no estaba siendo afectado por este gesto (o no había cambio en su rostro que pudiera delatarlo) el aura del ambiente se hizo menos pesada, como si la nube de energía demoniaca que rodeaba hace unos instantes al Lord Demonio comenzara a disiparse. Era increíble de decir pero tan pronto el mestizo vio esas mejillas regordetas sonrojarse y los ojos aguándose como si se prepararán para dejar caer un torrente de lluvia en cualquier momento,... Bueno, ni siquiera el halo de protagonista le hacía inmune a los efectos provocados por esa carita, que le pedía extender sus brazos hacia el pequeño niño para consolarlo, diciendo en su mente que él le dejaría tomar todos los conejos del mundo con tal de evitar su llanto. Pero al percatarse de sus movimientos inconscientes retrocedió e hizo un gesto de desagrado, diciendo con voz gruesa.

No eres a quien llamabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora