DON'T BE RIDICULOUS

5.1K 433 61
                                    

Capítulo II


|NO SEAS RIDÍCULO|


Después de su estúpida escena de celos que tuvo, dejo de hablarme porque ya no le hacía caso yo me había prometido que las cosas cambiarían le guste a él o no, aun sabiendo que utilizar a Rabastan no es lo correcto es la única forma de conseguir información. Mi esposo comenzó a dar clases en Hogwarts como maestro de pociones, lo me permitía no verlo a diario, aunque también me dio tranquilidad sobre todo emocional.

Pues desde que descubrió las cartas de Rabastan ha estado sobre mi como un perro rabioso, me quitaba cualquiera de ellas sin dejarme ver el contenido, pues ahora siempre las recibía él, eh incluso había pedido a Lucius que mandara a Narcisa con otra persona para cuidarle, el muy idiota cree que eso me detendría, sé que dentro de la casa estoy incomunicada, pero eso no me detendría, por ello le pedí a Narcisa vernos en su casa la cual era otro lugar seguro.

Allí se entraría con Rabastan y le diría lo que no ha podido por las cartas que su esposo custodia.

- Narcisa me invito a su casa – le comenté en cuanto lo encontré en su sillón individual.

- Te llego algo - fue lo que dijo mientras despegaba su vista del periódico que estaba leyendo, era muy amargado para su edad, no sé cómo tanto odio eh ira podía caber en su cuerpo de 20 años.

- Y supongo no me lo darás o ¿Me equivoco? – pregunto pues siempre hacia lo mismo cuando llegaba una de las cartas o regalos de Rabastan.

- Este si te lo daré – respondió.

- ¡Oh, por Merlín!, ¿A que debo tanta bondad? – me burle.

- Que no es de Rabastan – contesto señalando la caja donde se encontraba el sillón que había pedido, era uno individual de piel negra que colocaría al lado izquierdo del que poseía su esposo, pues sabía que si lo hacia lo desquiciaría más rápido - ¿Quién lo ha comprado?

- Yo misma – le respondo feliz, usando magia para poder armar mi sillón.

- ¿Con que lo compraste?, porque hasta donde yo sé no percibes ningún sueldo – y es que no lo hacía.

Hasta antes de poder publicar mi primer libro y simultáneamente a mis años de casada, había tenido que vivir un año con la misma ropa eh utensilios de higiene, pues no era sorpresa que mi esposo no me compraba ropa, ni zapatos supongo porque no sabe hacerlo, pues en ocasiones Narcisa llagaba con pequeñas prendas que ella compraba bajo petición de él; pero ahora que percibo mi sueldo muy bueno, por la venta de mis libros, pero él no lo sabe.

- Bueno, realmente lo compro mi amante – solté riendo por mi broma.

- ¡¿Tú que?! – pregunto enojado y exaltado, hasta se colocó de pie.

- Mi amante – respondí jugando y alargando las silabas.

- ¿Es ese idiota de Rabastan verdad? – pregunto acercándose a mí y acorralándome entre el sillón y él sobre mí.

- Por mi piensa lo que quieras – respondí quitándole importancia.

- ¿Por qué ya no eres obediente como antes? – pregunto él mientras acariciaba mi mejilla.

- Porque no soy una tonta, mi amor – le respondí sonriendo sínica de la misma forma que él hacía.

- ¡Oh, claro que no lo eres esposa mía! – respondió él acercándose cada vez más a mi rostro, mi vista fue directa a sus labios que se movían conforme hablaba, quién diría encontrarme aquí deseando probar sus labios aun cuando me convencí que no valía la pena.

MI MUJER - SEVERUS SNAPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora