Capítulo 13:

70 7 0
                                    

#Aiden

Cuando entro en casa, me voy directo a la habitación, no tengo ganas de ver a nadie y todavía menos de dar explicaciones a mi madre o a Nathan de nada. Tampoco es que haya hecho nada malo, están acostumbrados a que desaparezca de vez en cuando sin darles ningún tipo de información. No tengo ganas de hacer nada, solo de dormir durante horas o fumar hasta perder el conocimiento. Me da igual mientras mantenga a mi mente ocupada y me haga olvidar que todo es una puta mierda y que todo es culpa de mi padre.

Siempre es su culpa. Siempre que estoy bien, tiene que aparecer y arruinarme la vida. Con una sola llamada le ha bastado, sabe que tiene bastante. A veces pienso que me lo merezco por no ser un hijo ejemplar, otros directamente ni me pregunto cuál es el problema, ya estoy acostumbrado. Hace mucho tiempo que me acostumbré a ser un fracaso.

He aprendido a disimularlo, aun así, cuando me miro al espejo, no puedo fingir ante mí mismo. Tengo los ojos rojos y no sé si son de no haber dormido o del porro que me he fumado hace una hora y media. Bajo mis ojos hay dos bolsas azules marcadas de no descansar como me toca. No es que no duerma, al contrario, me puedo pasar el día durmiendo si quiero, pero si duermo un día entero, mi cuerpo me mantiene despierto los próximos dos días. A veces duermo de día, a veces por la noche. Quizás son dos horas o se pueden llegar a convertir en dieciséis de seguidas sin interrupciones. Y si me despierto, quizás no me levante de la cama por mucho que necesite ir al baño, el orgullo me gana. Hace casi dos semanas que estoy en esta mierda y necesito que pare ya

Abro el espejo y me quedo mirando fijamente los distintos botes de pastillas. Sin pensármelo dos veces, cojo el bote más grande y desenrosco el tapón, me tomo un antidepresivo, uno más como cada día de mi vida.

—¿Aiden? —escucho que me grita Louis abriendo la puerta de mi habitación. Cierro el espejo y salgo del baño para ir hacia él. Me lo encuentro mirando atónito el desastre que hay por toda mi habitación si es que se le puede decir habitación. Está llena de ropa y porquería—. Deberías recoger...

—¿Qué quieres?

—Venía a ver como estabas y a hablar contigo.

—Pues hablemos en tu habitación donde probablemente has aplicado los métodos de Marie Kondo.

Louis pone los ojos en blanco, pero hace lo que le mando y una vez dentro de su habitación, se sienta en el sofá, yo me tumbo en la cama de un salto.

—¿Qué te pasa hermanito? ¿Qué es lo que tu adorado hermano mayor puede hacer para mejorar tu vida? Pero te advierto, no suelo ser la mejor opción —digo burlándome de mí mismo.

—Necesito hablar con mi hermano.

—Tienes toda mi atención, puedes contarme lo que quieras.

—No sé si lo sabéis, nunca os lo he dicho directamente. Ah, mmm... soy bisexual —confiesa intentando buscar las mejores palabras. Louis me mira asustado, tiene los ojos abiertos y las cejas compungidas. Me quedo unos segundos en silencio asimilando lo que ha dicho y tratando de ver si me sorprende—. ¿No dirás nada?

—Ya lo sabía. —Louis levanta las cejas sorprendido—. ¿Qué? Soy tu hermano, ¿te piensas que no me doy cuenta de lo que te gusta o de quién? Pues por muy marginado que me consideres, me gusta observar a la gente y joder, eres mi hermano, te conozco. No hace falta una gran explicación.

—¿Cuándo lo supiste?

—¿Cuándo te aficionaste con Harry Styles? Es broma, supongo que siempre lo he sabido por tu manera de ser.

—¿Y por qué nunca me has dicho nada?

—Tampoco es de mi incumbencia cuestionar la sexualidad de nadie. Sinceramente, no me importa quién te atraiga, te guste y con quien folles mientras tú te sientas bien y sea lo que tú quieras. Me da igual como se defina la gente, no deberíamos definirnos, sino dejarnos vivir en paz sin prejuzgar quiénes somos.

Todo lo que quisimos ser [Tocando las estrellas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora