Capítulo 32:

62 8 0
                                    

#Audrey

Han pasado seis días desde que mi madre salió de la clínica para pasar una semana con nosotros y han pasado cuatro días desde que descubrí que Nathan tiene muchas probabilidades de ser mi padre, por mucho que me niegue a creérmelo. Nathan y mi madre tuvieron una relación amorosa en la universidad. Con veinticuatro años él se vino a Los Ángeles y a los veintisiete, mi madre conoció a mi padre, un año antes de que naciera. Nathan conoció a Cassandra un año después, pero Nathan y mi madre ya no se hablaban. Dejaron de hablarse hace veinte años drásticamente y ¿qué ocurrió hace veinte años? Yo, nací. Y si mis cálculos fallan, hay una prueba de ADN paternal que lo confirma. Y las pruebas de laboratorio no suelen fallar.

Con razón le ofreció ayuda a mi madre cuando ella le explicó lo que sucedía. Con razón no nos dejó tiradas, con razón Cassandra está tan extraña desde que mi madre está aquí y con razón se miran como si compartieran demasiados secretos e historias. Todo encaja, todo tiene sentido. Mi madre le pidió ayuda al padre de una de sus hijas —o las dos, no lo sé.

Aquella noche no dormí y el día siguiente me lo pasé encerrada en la habitación poniendo de excusa que no me encontraba nada bien. Cuando antes de ayer decidí salir, no podía dejar de mirarlos desde otra perspectiva y cada vez que los veía interactuar me daba más cuenta de que la relación que tuvieron fue muy intensa. Se miran con nostalgia, no con remordimiento y después está Cassandra quién está fuera de juego y sin saber dónde meterse. Y ayer, ayer me costó la vida poder mirarlos a los ojos con naturalidad. No me creía lo que había descubierto, pero a la vez no quería preguntárselo.

He fingido que no me pasa nada y mi vida es normal durante estos últimos seis años, sé fingir a la perfección una sonrisa, pero estos tres días me he demostrado a mí misma que estoy harta de vivir en una realidad paralela.

No puedo más.

Salgo de mi habitación, pero cuando pongo un pie en el pasillo, me encuentro de morros con Aiden quien también salía de su habitación. Sus ojos se clavan directamente en los míos y yo bajo la mirada. No hemos vuelto a hablar desde aquella noche. Necesitaba tiempo sola y se lo agradezco. También le agradezco que haya guardado el secreto y que aquella noche se quedara a mi lado sin decir nada hasta que se hizo de día. Porque sí, se quedó en mi habitación sentado en el suelo del balcón a mi lado hasta que vimos salir el sol. No se fue a dormir, no intentó convencerme de nada, ni siquiera me preguntó nada. Se quedó en silencio conmigo.

—Eh, buenos días —me dice formulando una sonrisa.

—Buenos días.

—¿Has dormido algo? —pregunta dulce y dejándome un mechón de pelo detrás mi oreja. Me cruzo de brazos, no puedo fingir con él.

Y de repente, como si me hubiera leído la mente, Aiden me coge del brazo y me atrae a su cuerpo hasta abrazarme. Parpadeo impactada cuando me rodea con los brazos y deposita un beso en mi frente, pero lo dejo aunque yo no le devuelva el abrazo. No le importa. Me abraza unos segundos y después se separa de mí con la misma sonrisa dulce de antes. Me acaricia la mejilla y me da un beso en la frente.

—Si necesitas algo, venme a buscar. No me importa prestarte un poco de mi compañía —me dice sin apartar la mano de mi rostro.

Asiento con la cabeza y pasa por mi lado. Yo me quedo quieta y atónita. ¿Por qué me ha abrazado? ¿Por qué me está tratando así? ¿Y por qué echaba de menos tanto que una persona se preocupara por mí de este modo como él ha hecho?

—¿Audrey? —oigo que alguien me grita detrás de mí. Cuando me giro, Bella me mira con el ceño fruncido—. ¿Estás bien? Tienes la cara pálida.

Todo lo que quisimos ser [Tocando las estrellas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora