Capítulo 30:

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#Audrey

Me despierto demasiado a gusto, mucho más de lo normal y con un calor horroroso, es cómo si tuviera una estufa bajo mi cuerpo. Y joder, el olor, su olor... «su», la suya: él.

Abro los ojos despacio, no me puedo mover y no me quiero mover. Mi cabeza descansa en su pecho y una de mis manos reposa sobre su estómago por dentro de la sudadera. Su piel es tan cálida que no oso a apartar la mano de su barriga. Vuelvo a cerrar los ojos un momento porque la sensación de estar abrazada a su cuerpo es demasiado placentera, desprende demasiada paz y calma. Pero enseguida recuerdo lo que pasó ayer y vuelvo a la realidad.

Mi madre está aquí. Y he dormido con Aiden en la habitación de Aiden y abrazada a Aiden, con Aiden.

Me levanto con cuidado de no despertarlo y salgo de su habitación para meterme en la mía. Una vez estoy, hay un olor que sobresalta de la habitual y proviene de la sudadera que llevo puesta. Mierda, ¿también estoy vistiendo su ropa? Necesito correr, necesito desahogarme.

Ni siquiera pienso en la hora que es o el tiempo que estoy fuera de casa, simplemente corro, no puedo respirar. Fatigada, vuelvo a casa, pero me paro de golpe cuando veo a Madeleine en la cocina mirando el jardín desde los ventanales. Carraspeo para obtener su atención, lo consigo. Cuando me ve, sonríe.

—Hola

—Hola, cariño, no te esperaba, pensaba que seguirías durmiendo, es pronto —me saluda andando hacia mí. Dejo que me abrace y me dé un beso en la mejilla. La sonrío y me dirijo a la isla para llenarme un vaso de agua—. Hacía mucho tiempo que no te veía correr.

—Me va bien para mantenerme en forma y desahogarme.

—Me alegro de que hayas vuelto a hacerlo. ¿Has dormido bien?

—Sí, como siempre, los colchones son muy cómodos, y ¿tú? —digo para decir algo mientras bebo agua.

—Al principio me costó, pero tienes razón, los colchones son muy cómodos, a pesar de que no es muy fácil superar los del piso de Brooklyn.

—Y eso que no dormías en el sofá —contesto y me obligo a sonreír para que no suene tan brusco y ofensivo como en mi mente. «Está haciendo un esfuerzo para recuperarte, sé que no te gustan las maneras y no entiendes una puta mierda, pero lo tienes que intentarlo, Audrey. Ella lo está haciendo» me digo a mí misma. Mi madre sonríe y asiente—. Me alegro de que el tratamiento vaya tan bien y puedas salir, gracias para hacerlo —añado.

—Lo debería haber hecho hace tiempo, hija, pero fui una cobarde.

—Lo que importa es que al final decidiste hacerlo.

—Y ¿qué? ¿Cómo han ido las semanas que has pasado aquí?

—Bien

—¿Solo bien? Debería haber escuchado un «genial» como mínimo.

—Me lo estoy pasando bien, mamá, lo estoy intentando. Tampoco es que sea una diversión constante, pero estoy bien y cómoda. He conocido gente genial y quedo mucho con Leigh. También he ido a fiestas y nos lo pasamos bien.

—Me acuerdo de que me hablaste de ella, me gustaría conocerla, parece muy buena.

—Lo es —digo y se me queda mirando en silencio un rato.

—Sé que puedo parecer muy pesada con el tema —empieza a decir.

—Lo eres —la interrumpo, pero me obligo a presionar la mandíbula y quedarme quieta en mi lugar cuando me advierte con la mirada de que no me mueva y la escuche.

Hace cuatro meses no lo haría porque hace cuatro meses ni siquiera podíamos tener una conversación con normalidad, así que me aguanto las ganas de huir corriendo y me quedo para escuchar el sermón que Bella y ella se han dedicado a darme desde que llegué.

Todo lo que quisimos ser [Tocando las estrellas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora