Prólogo

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Para quien perdió la esperanza... el cielo está lleno de estrellas, a veces solo cuesta verlas

***

#Audrey

—¿Lo deberíamos celebrar? —me pregunta Jennifer desde el otro lado de la barra.

—¿Celebrar que la loca de mi madre por fin ha decidido tomarse sus pastillas con responsabilidad y no chutarse de anfetaminas? ¿Celebrar también que mi hermana acaba de irse a la otra punta del país a vivir con la familia del amigo desconocido de mi madre el cual no ve desde hace diez años? ¿Celebrar que me libro de tener un nuevo tutor legal desconocido porque soy mayor de edad? Podemos intentarlo —digo suspirando.

¿Es egoísta o generoso internarse en una clínica de desintoxicación y salud mental y dejar a tus hijas de dieciséis y diecinueve años a una familia desconocida? No culpo a mi madre por nacer con un trastorno esquizoafectivo, la culpo por saber que no estaba cuerda y en vez de pedir ayuda, sumergirse en el mundo de las drogas para complacerse y de esta manera dejar a sus hijas a su propio cargo siendo prácticamente unas crías.

—¿Estás bien, Audrey?

—Sí, siempre se me ha dado bien tener el control de la situación.

—Pero ahora no lo tienes —me dice levantando las cejas.

—Lo tendré cuando encuentre la solución a nuestros problemas.

—¿Estás segura de que es una buena idea irte? No los conoces y puedes quedarte aquí.

—No pienso dejar a Bella sola y no tengo dinero para pagar la clínica y mantener el piso. No sé quién es Nathan ni de dónde coño ha salido ni de qué coño lo conoce mi madre, pero hizo un trato con él: le paga la clínica a cambio de que yo pase un verano con ellos. Después puedo volver. Mientras tanto ahorraré dinero y me buscaré la vida. Al fin y al cabo, California será como volver a Manhattan. Todavía recuerdo como era fingir una sonrisa.

Lo he seguido haciendo durante mucho tiempo.

—Audrey, no te estoy haciendo el favor de darte tres meses de vacaciones para que te quedes aquí de charla. Lleva su bebida a la mesa 48 —me grita Luca por encima de la música.

—Me estás haciendo este favor porque sabes que no quieres prescindir de tu mejor camarera.

—Tienes razón, así que mueve tu precioso culo de una puñetera vez —dice mirándome con lascivia.

Suspiro, le guiño el ojo y cojo la bandeja.

Luca es el jefe y es un capullo de veintiocho años, pero folla bien, no se mete en mi vida y me paga genial así que es una persona soportable y Jennifer, bueno, ella es coherente.Nunca había deseado trabajar en una discoteca erótica, pero me pagan bien y necesito el dinero así que no me importa ser un producto visual unas horas.

A la hora del descanso, salgo por la puerta de atrás. Pasarme tantas horas dentro hace que me vuelva loca y no es precisamente porque en mi genética se incluyan parte los trastornos de mi madre. ¿Quién sabe si me acabaré volviendo igual de loca que ella? Pero por ahora solo sufro de migraña, cambios hormonales y un humor de perros.

Saco el móvil y miro si tengo algún mensaje de Bella. Ya debería haber aterrizado en California. No tengo nada. Es posible que sea su manera de castigarme por quedarme un mes más aquí, tengo que acabar de arreglar unas cuántas cosas en la ciudad.

Me apoyo en la asquerosa pared de fuera y me cruzo de brazos para intentar taparme. Al menos en California no hace tanto frío como aquí, ¿verdad? El tiempo de Nueva York es una mierda, si no llueve, nieva y si no nieva, vuelve a llover. Y como si fuera una burla hacia la sociedad, en el mundo de los privilegiados hace más sol que en los que deben tener un doble trabajo para poder llegar a final de mes. Se supone que el tiempo debería ser igual, solo hay treinta minutos en coche de distancia, pero como he dicho, incluso el tiempo se burla de la sociedad, ¿por qué la gente no lo haría?

Todo lo que quisimos ser [Tocando las estrellas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora