2. El móvil

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Dan

Mi despertador sonó más o menos a las ocho de la mañana, pero yo ya estaba despierto, estaba sentado en el centro de la cama y recostado entre las almohadas, estaba consiente, seguro y... abstraído.

Mi mente vagaba entre los recuerdos de la noche anterior.

Repasa cada uno de los momentos que me habían encaminado a conocer a esa chica del maldito vestido de rosas, sus ondas castañas merodeaban por todo mi campo de visión, había algo que me llamaba dentro de todo este núcleo de intriga por saber quién era ella, y por qué despertaba este embrollo en mí, su imagen me taladraba cada vez con más fuerza la cabeza.

Ni siquiera me había dicho su nombre, (y yo tampoco le había dicho el mío) no nos pudimos ni siquiera despedir bien, las cosas, tal y como iniciaron: enredadas, habían concluido totalmente igual.

Había llegado al argumento final que ella era como las olas del mar...

Había llegado con su violenta personalidad llena de luz y sencillez envolviéndome en un instante, y cuando al fin quise que se quedara, se fue, sin dejar camino ni rastro.

Un final de suspenso, de intriga, de silencio. Había algo que no me cuadraba y lo único que me quedaba era el no poder hacer más nada.

Me metí a al baño seguro de que los efectos secundarios de todo este asunto terminarían yéndose con el agua de la ducha (y eso que normalmente no me duchaba antes de ir a correr; puse música y me decidí a comenzar mi día como cualquier otro, aunque en el fondo ni se le pareciera).

Cuando salí y me dirigí al comedor, abrí el gabinete de la cocina decidido a prepararme un té, me iría a correr como lo venía haciendo los últimos meses, ya que quería ejercitarme un poco para despejar mi mente.

Comencé a buscar mi teléfono, pero no recordaba donde lo había dejado, incluso, llegué a pensar haberlo dejado en algún lugar ayer en la fiesta en la discoteca.

Y finalmente, después de tanto indagar, la vi ahí.

Era mi chaqueta al pie de la cama y recordé como la había recuperado ayer por la madrugada...


Era muy tarde y apenas habíamos terminado de tocar, la gente ya estaba por irse y el lugar ya se veía casi vacío.

La busqué, la busqué por todo el lugar con la esperanza de volverla a ver de nuevo, pero se había esfumado, no había ni rastro de ella por ningún lado.

Un guardia que trabajaba ahí se me acercó y me dijo que una chica alta, blanca, de cabello castaño me había dejado con él mi chaqueta, dijo que había mencionado que le pertenecía al guitarrista de la banda, la tomé con las esperanzas por los suelos, le agradecí y me fui sin más que decir.


Volviendo a la realidad, no tengo ningún súper poder para buscarla o para encontrarla, solo soy un chico ordinario y no puedo hacer nada. Tomé mi chaqueta tratando de buscar mi teléfono en alguno de los bolsillos, pero me llevé la sorpresa de que en su interior estaba otro teléfono...

No era el mío, lo encendí y me di cuenta de que era el de la chica de ayer, su fondo de pantalla era una foto de ella misma en un local lleno de flores.

No era posible.

¿Cómo? ¿En qué momento? ¿Por qué se le ocurrió algo tan arriesgado?, era su teléfono y no entendía lo que estaba ocurriendo.

Me senté un momento en la cama para atar cabos, si había puesto su móvil allí, seguramente ¿ella debía de tener el mío?

Sonreí de solo imaginármela ingeniando tal idea en su cabeza, intercambiando ambos móviles. Yo le había dejado mi chaqueta, pero ella aún más improvisada, había dejado su teléfono a responsabilidad mía.

La Melodia al Oir Sus Ojos +18 [ACTUALIZANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora