10. La carta

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Dan


He escuchado decir algunas veces que la única manera de volver a recuperar la estabilidad es perdiendo el equilibrio...

Y por una vez en mi vida, teniendo de frente solo un pedazo de papel al fin pude encontrar la alineación que tanto necesitaba para nivelar la respuesta.

Mis primeros días lejos de mi mejor amiga los sentí... no voy a mentir, los sentí tan vacíos.

Y es que me acostumbré tanto a su compañía que al final del día solo esperaba a encontrármela ahí, con su preciosa sonrisa y aquellos ojos que me desarmaban.

Sabía que debía de hacer algo para recuperarla, pero no sabía cómo.

El apartamento sin ella parecía más grande.

La segunda semana que pasó, dejé de insistir al teléfono cuando ya estaba seguro que no me iba a atender las llamadas.

A pesar de que la situación no estaba a mi favor y a simple vista todo se volvió en mi contra sabía que, aunque ella se negaba a creerme, yo debía de encontrar la manera para que por medio de algún mensaje le hiciera saber que yo no me iba a alejar, que por lo menos me diera la oportunidad de explicarme.

Pero había una cosa que me correspondía hacer a pesar del daño causado en ella:

Dejar de presionarla.

Le di un tiempo para que su corazón en caos se calmara un poco, porque yo sé que, si la situación hubiese sido al revés ella hubiese hecho lo mismo, quiero entregarle lo mejor de mí sin saber aún cómo es que lo haré.

Todo mi mundo era simple rutina, ensayos, visitas recurrentes al médico, tratamientos, grandes habitaciones con paredes y batas blancas, la música como mi único medio de resguardo, aislamiento y soledad; pero su imagen y lo sucedido siempre venían a mi memoria.

Me encontraba mal, y temía que la anemia volviese a patearme el trasero.

Llevaba varias noches cenando en el sofá de la sala frente al televisor mientras intentaba regocijar mi mente abatida entre algún canal aleatorio.

No había querido ir a casa de mis padres, lo había evitado a toda costa, charlaba por teléfono con mi mamá como todas las noches, fingiendo un tono evidentemente alegre y que todo estaba bien, aunque por dentro no lo estaba.

Había evadido hablar del tema sucedido con alguien, no había querido darles otra preocupación más a la gente que me quería, porque ni si quiera yo sabía cómo explicarlo.

Van pasando los días y en mi intento de no querer ver a nadie, una tarde en el apartamento acompañado de la banda, nos llegó una invitación para que tocáramos en aquella discoteca para celebrar el día de San Valentín.

Aparentemente todos se pusieron sumamente felices, amábamos tocar y que mejor que fuera para una fecha tan especial como esa que por cierto ese año había también olvidado.

Jamás, a pesar de todos los años que tenía en el mundo de la música me sentí tan vacío y desconcertado cuando al tomar mi guitarra me paré en ese escenario a tocar frente a cientos de enamorados.

Cada espacio me recordaba a ella y la sensación era extremadamente dolorosa.

Hubo un momento en el que sentí que Amber aparecería entre la multitud como aquella noche que la conocí, con tal de volverla a tener de frente para hablar de lo que fuese, con tal de mirarla a los ojos una vez más.

Pero no sucedió y mi loca visión hizo frustrarme por completo.

...

Ya pasaba de la media noche cuando salí de la discoteca y el aliento frío de la madrugada me congeló el esqueleto, froté mis manos para mantenerme un poco más vivo mientras me metía entre la multitud a intentar encontrar la calle.

La Melodia al Oir Sus Ojos +18 [ACTUALIZANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora