11. Arena y agua salada

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Amber



Siempre pensé que el sentimiento que entraría por mi cabeza el día que por primera vez conociera el océano sería una emoción bastante recóndita... difícil de distinguir o, de describir, escabulléndose directamente a mi corazón.

Una conmoción penetrante que se volvería difícil de imaginar cómo la primera experiencia de un juguete nuevo.

Pero para mi sorpresa fue completamente otra realidad.

El sentimiento, era bastante familiar al mismísimo que tenía unos meses deambulando por mi mente y que llevaba por nombre solo tres letras.

La emoción se cristalizó en mi interior como una fotografía mental de un momento hermoso que no quería que terminase nunca más.

El viaje al maravilloso lugar al que con tanta emoción quería que Dan me guiase, lo disfruté de inicio a fin.

Podía sentir cada curva y cada kilómetro del camino aproximarnos al edén, de clima deliciosamente cálido y grandes paisajes del que, sin esperarlo, se convertiría en mi lugar favorito de todo el planeta.

Dan se veía tan apuesto detrás del volante que todo el viaje resultó imposible poder despegarle la mirada un segundo...

Jeans azules desgastados, camiseta de resaque color blanco crudo y chaqueta denim clara, parecía sacado de una película de los dos mil, su cabello rubio lacio se enmarañaba con el viento mientras el trataba de acomodárselo cada vez que podía.

Cuando llegamos al océano sentí mis piernas colapsarse al tenernos frente a frente.

No paraba de repetirme en mis adentros que esta vez no se trataba de un sueño.

Dan me sostuvo la mano todo el tiempo, la arena cálida se colaba por los dedos de mis pies como pequeñas corrientes de agua.

El viento tibio trotaba como relámpago por cada poro de mi piel.

El mar se veía de cientos de tonos distintos de azul; azul Prusia, azul celeste, añil, zafiro, azul cerúleo, de todos los tonos que me podía imaginar.

Los grandes tramos de arena eran de un tono amarillo crema que casi se podía notar tan blanca como la nieve, el sol pegaba en todo su esplendor y yo solo quería memorizar cada minúsculo detalle que existía para no olvidarme de nada.

Ya olía a verano y ni si quiera estaba cerca de serlo.

—Bienvenida al océano —me dijo Dan y fue imposible no sonreírle—. ¿Es igual a como te lo imaginabas? —preguntó.

—Aún mejor —dije con la mirada perdida en los detalles.

Seguimos caminando mientras sentía como mis pies se hundían entre la arena espesa a cada paso.

—¿Desde cuándo caminar se volvió tan difícil? —dije divertida tomándome de la espalda de Dan para poder impulsarme.

Nos cuadramos a solo unos metros de la orilla donde las olas rompían en la superficie como magnos remolinos y el agua salada se perdían entre la arena.

Me desplomé sobre ella invitando a Dan a hacer lo mismo.

—Dos cosas... gracias y perdón... —le dije acomodando mis pies frente a mí y al fin; pude mirarlo bien de frente.

—¿Por qué? —replicó mientras colocaba una gran cesta en el suelo.

—Es una cachorra preciosa —sus ojos se veían cansados y bajo ellos, se distinguían dos ojeras que contrastaban con su delicada piel blanca—. No debiste hacerlo...

La Melodia al Oir Sus Ojos +18 [ACTUALIZANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora