17. La Agonía

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Dan

Horas antes...

Me había acomodado con apuro sobre el asiento del coche mientras dejaba salir mi pronta respiración.

La puerta del auto se abrió nuevamente distrayéndome y ese momento hizo que el alma me llegara a los pies cuando creí que la figura que tendría de frente sería la de Amber, pero con la que me fui a topar no se le parecía en nada.

Frida se montó en el auto velozmente, bloqueando las puertas, yo continuaba absorto sin poder decir algo, vi como su mano giraba la llave que estaba en el contacto y encendió el coche.

     —¿Qué haces?... ¿te volviste loca?... —musité jalando de la puerta, pero esta jamás se abrió.

     —Hola, Dan... ¿a dónde vas tan elegante? —balbuceó soltando sus gafas en el aire.

Me adelanté hasta su asiento hasta que comenzamos a forcejear, intenté arrebatar las llaves para evitar que arrancara, pero una vez más no me dejó más opción.

     —¡Déjame bajar!, arreglemos esto aquí, esto no es necesario... Frida... —grité cuando pisó el acelerador con fuerza y escuché las llantas del coche derrapar con violencia. Dejamos el apartamento de Amber detrás a gran rapidez.

     —Esta noche... iremos a dar un paseo Dan... —dijo sacando una botella de vino de su bolso, mientras la abría con una mano y manipulaba el volante con la otra.

Llegamos a la autopista a gran velocidad, íbamos pasando tan cerca de los carros mientras intentábamos no chocar con alguno, otros cuantos tocaban el claxon para intentar frenarnos...

     —¿Estás ebria?... ¡Frida por favor! Detén el auto... ¡En cualquier momento saldremos volando por el cristal!

     —¡No! Dan... ¡deja de quejarte...! Esta noche... es momento de celebrar, después todo habrá valido la pena —no entendía ni una sola palabra que intentaba decirme.

Mi teléfono empezó a sonar en alguna parte del coche, busqué exasperado debajo de algunas cajas que habían salido volando a causa de la alta velocidad, pero pronto la llamada cesó.

     —Seguramente la floristerita ya se debe estar preguntando donde te has metido... —terminó en una burlesca carcajada.

Comencé a sentir un dolor extraño en mi centro, la angustia de saber que había dejado sola a Amber sin dar explicaciones me comenzó a inquietar de forma tan apretada en el pecho.

     —Solo dime de una vez a dónde nos dirigimos... ¡Por favor! ¡Esto no es un juego, Frida...!

     —¡Ssshhh!... ¿recuerdas esa vez?, cuando soñábamos con vivir esa fantasía de escaparnos juntos... ¿porque no hacerlo suceder? —abrió su ventanilla mientras tiraba la etiqueta de su botella y tomó un trago directamente de ella.

     —Porque ahora ya es demasiado tarde, Frida... deja el pasado atrás de una vez, no puedes seguir atada a algo que ya no podrá ser, ¿no entiendes?, a eso ya no podemos volver... ¿Qué más quieres de mí?

     —¡¿Y tú no entiendes?!... ¡que tú eres todo mi mundo Dan! —me gritó con frustración mientras tomaba el espejo retrovisor en sus manos mirándome con un odio perpetuo— no puedo perder lo único que tengo, lo único que me mantiene aquí es este amor... y no puedo arrancarlo.

Dejé de respirar por un momento, no podía creer cuanto rencor y dolor recaían en sus palabras y en su mirada, ella estaba muy mal y podía reflejarse en todo su ser. Pude ver como el color de su piel había cambiado.

La Melodia al Oir Sus Ojos +18 [ACTUALIZANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora