La ballena de Stubb se mató a cierta distancia del buque. Había calma, así que formando un tren con las tres lanchas, comenzamos la lenta faena de remolcar el trofeo hasta el Pequod.
Anochecía. Las tres luces de situación del barco nos indicaban constantemente el camino, hasta que al llegar más cerca vimos a Acab con un farol en la mano. Mirando sin casi verla a la enorme ballena, dio las órdenes del caso para amarrarla por la noche y se metió en su cámara, de la que no volvió a salir hasta la mañana.
Aunque había dirigido la caza, al verlo muerto, parecía sentir un cierto descontento, como si la contemplación de aquel cadáver le recordase a Moby Dick, el cual seguía aún vivo y coleando. Parecía que ni un millar de ballenas pescadas le consolaran de no poder cazar a su enemigo personal.
En cambio, Stubb exultaba de gozo, estaba ebrio de victoria, aunque siempre conservaba su talento benévolo. No tardaría yo en saber que parte de aquella alegría procedía de que el segundo oficial adoraba la carne de ballena.
-¡Un buen trago, un buen trago antes de acostarme! ¡Tú, Daggoo, ya estás saltando por la borda para traerme un buen trozo de ahí abajo!
En efecto, aunque no sean muchos, algunos balleneros sienten gran predilección por cierta parte del cuerpo de ballena: la punta. Para la medianoche ya se habían cortado, a la luz de un farol, unos buenos filetes, que Stubb devoró, bien asados, junto al cabrestante mismo. Y no fue el único que esa noche se diera un banquete de cetáceo. Mezclando sus gruñidos con sus bocados, millares de tiburones pululaban en torno al leviatán y se hartaban de carne. Sus colas golpeaban el casco del barco con tal insistencia que apenas nos dejaban dormir. Asomándose por la borda, se les podía ver revolcándose en las oscuras aguas y arrancando a la ballena bocados del tamaño de una cabeza humana.
Porque al fin y a la postre, son los tiburones los que más se aprovechan en la caza de las ballenas, los que siguen siempre a los balleneros, como avisados por su instinto de que más tarde o más temprano podrán hartarse de carne.
Y son muchedumbre, ya que se reúnen de pronto, aunque sólo poco antes se haya visto uno o dos, al olor de la sangre hasta que forman bandadas de docenas de individuos.
El mismo Stubb no había acabado, al parecer.
-¡Cocinero! ¡Cocinero! -llamó a voces-. ¡Proa para acá, cocinero!
El viejo negro, no muy satisfecho de que le sacaran de su litera a aquella hora, salió de su cubil como una oca y, arrastrando los pies, se aproximó al segundo oficial.
-Cocinero -le dijo Stubb, llevándose a la boca un pedazo de carne-. ¿No te parece que esta carne está demasiado asada? La has machacado demasiado. ¡Está excesivamente blanda! ¿No te he dicho que para que esté buena, la carne de ballena ha de estar dura? Ahí tienes a esos tiburones al costado, ¿no ves que la prefieren cruda y poco hecha? Pues bien, en adelante, cuando me guises algún bisté, te diré lo que tienes que hacer para no estropearlo: coges el bisté con una mano y con la otra le acercas un carbón ardiendo, y en seguida, al plato, ¿has entendido? Y mañana, cuando descuarticemos al bicho, a ver si no se te olvida andar cerca para coger las puntas de las aletas, que pondrás en adobo. Y en cuanto a las de la cola, ésas irán al escabeche. Conque ya puedes retirarte.
Pero apenas había dado Fleece dos pasos, cuando le volvió a llamar:
-Cocinero: mañana, para la guardia de medianoche me pondrás chuletas. ¿Me oyes? Pues, navegando. ¡Eh, alto! Una reverencia antes de irte. Para desayuno, albondiguillas de ballena. Que no se te olvide.
-Que me condene -dijo el negro mientras se marchaba-, si él mismo no es más tiburón que uno de esos que andan ahí debajo.
Cuando en las pesquerías del Pacífico se remolca hasta el costado un cachalote, si es de noche se espera a la mañana para el descuartizamiento, ya que ésta es labor sumamente complicada, y requiere la presencia de todos los marineros.
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Moby Dick
RandomAutor: HERMAN MELVILLE La historia la narra Ismael, un superviviente del último viaje del Pequod, el barco ballenero comandado por el Capitán Acab. Ismael nos cuanta como se enrola siendo un chaval en el Pequod, un barco que emprenderá un largo viaj...