Transcurridos algunos minutos, se vio claramente a las balleneras que venían directamente hacia al buque, remolcadas por el cetáceo. El monstruo se acercó tanto al casco que al principio supusimos que iba a atacarnos, pero de pronto se sumergió en un gran torbellino, desapareciendo de nuestra vista.
-¡Cortad, cortad! -les gritaban desde el buque a las lanchas, que podían estrellarse contra el casco, pero ellos no obedecieron porque aún les quedaba mucho cabo. La lucha fue muy encarnizada durante unos instantes. En aquel momento se sintió un temblor recorrer la quilla, cuando el cabo tenso, rozándola por debajo, fue a salir a proa. Pero el animal, agotado, disminuyó su velocidad y virando ciegamente dio la vuelta a la popa del buque, remolcando a las balleneras que trazaron así un círculo completo en torno al buque.
Por último las dos lanchas aproaron a los costados del leviatán y continuó la batalla en torno al Pequod, mientras los tiburones, al olor de la sangre, se incorporaban a la lucha.
Por último la ballena quedó muerta panza arriba.
-No sé para qué querrá el capitán este montón de grasa podrido -dijo Stubb asqueado ante su presa.
-¿Quererla? -respondió Flask-. Pero, ¿es que no ha oído usted, señor Stubb, que el buque que lleva colgada a babor la cabeza de una ballena franca no puede ya zozobrar nunca?
-¿Por qué?
-No lo sé, pero así lo oí decir a Fedallah, que parece muy entendido en hechizos.
-¿Qué querrá el viejo de él, siempre charlando privadamente los dos?
-¿No lo entiende? El viejo está loco por cazar a la Ballena Blanca, y el demonio, que otra cosa no debe ser Fedallah, seguramente que le está proponiendo un pacto.
-En ese caso, si crees que es un diablo, ¿cómo se atrevería usted a tratar de tirarlo al mar?
-Al menos le daría un buen chapuzón.
-Eso si no se lo daba él a usted, porque si es un demonio...
-De todas formas no pienso perderlo de vista y en cuanto vea algo sospechoso, ya verá usted si no le arranco el rabo de cuajo.
Ya habían subido a bordo, y la marinería procedía a descuartizar la ballena franca, pieza que los balleneros consideran como inútil y cuya grasa y carne desprecian.
Se le separó la cabeza, mientras Fedallah contemplaba la operación atentamente, y de cuando en cuando se miraba las rayas de la mano. Acab estaba situado tras de él, de tal manera que la sombra del parsi se confundía con la suya, lo cual no resultaba tranquilizador para la tripulación.
Pero si la ballena franca no ofrecía interés alguno, excepto si era verdad lo del hechizo, la del cachalote sí lo tenía, ya que en el interior de su cráneo contiene una de las más preciadas presas de los balleneros: la esperma, tan apreciada, y que es casi siempre el motivo de que se cace a estos animales. Es una grasa que en cuanto muere el animal comienza a solidificarse en forma de agujas. Cada cabeza contiene unos quinientos galones de aceite, aunque no todo se puede recoger, ya que mucha parte de él se pierde, escurriéndose durante la operación de «vaciar el tonel», como se llama dicha operación.
Se va recogiendo en cubos para pasar a los toneles, operación delicada y que requiere gran fuerza y presencia de ánimo, y que Tashtego, el indio loco, llevaba a cabo con gran pericia, trepando y bajando como un simio entre los cordajes a los que estaba sujeta la cabeza del cachalote.
Y era tanto el interés que ponía en su trabajo, que de pronto perdió pie y cayó en el gran tonel que era la cabeza del animal. Al instante, se hundió en aquella masa espesa.
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Moby Dick
RandomAutor: HERMAN MELVILLE La historia la narra Ismael, un superviviente del último viaje del Pequod, el barco ballenero comandado por el Capitán Acab. Ismael nos cuanta como se enrola siendo un chaval en el Pequod, un barco que emprenderá un largo viaj...