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— Mmm. — Suguru tarareaba al cepillar el cabello de la menor, la cual sujetaba con sus manitas el asiento de la silla y movía sus pies que colgaban, afonía y armonía, esa era su estadía cuando un fuerte golpe interrumpió su  momento.
— Eres un tonto. — La voz delgada de Megumi interrumpió. — Cómo se te ocurre. — Golpeteó al aire, sacudiendo lo que sea que estuviese empapado. Gojo lo seguía de cerca también mojado y soltando una risa infantil.
— Fue divertido. — Agregó.
— No, no lo es. — El infante hizo un puchero y dejo la pequeña bolsita del mandado en la mesa para irse a cambiar.
— Megumi-chan!! No me dejes. — lo llamo con tristeza fingida, afligido era un sentimiento que parecía no conocer.
— ¿Puedo saber qué le hiciste?— Pregunto con acusación, sabía que algún juego se había salido de control alguno que incluyera ese líquido que despedían ambos.
— Jugar, Megumi-chan no estaba muy de acuerdo.— Evitaba la mirada profunda de Suguru, siempre que alguna sus travesuras tomaban otro rumbo, desastre, no podía resistir aquel par de ojos negros, profundos y atrayentes.
— Mírame.— Ordenó. Los ojos contrarios tras las lentillas, cubiertos completamente, buscaban algún escape, recorrían el lugar, cualquier cosa que no fuera su compañero, evitando
— Estábamos viendo los peces y lo arrojé al estanque. — Confesó nervioso. Esperando un regaño, preparado para lo peor que jamás llegó, el suspiro de indignación fue más hiriente de lo que esperaba el rostro afligido de Auguro fue suficiente para terminar con lo divertido de ese día.

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