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Los majestuosos, ostentosos y azulados ojos de Satoru no podían despegarse del cuerpo de las dos niñas que ahora estaban acaparando su lugar en la cama matrimonial, cubiertos con una sabana de seda blanca y las almohadas que él usaba para dormitar en el sillón despues de ser corrido por los hermanitos Fushiguro. Suguru le había comentado sobre el descubrimiento que había hecho en el barrio y como ahora Shoko estaba en la creación de las actas de adopción, así como había colaborado con las de Megumi y Tsumiki; Realmente el más alto parecía estar tranquilo, lanzando algunas bromas sobre como aquel apartamento se convertiría en una guardería, arrojó un par de chistes más, intentaba a toda costa ocultar la oleada de furia que nacía de su interior, un nudo en el estómago era prueba de su malestar y la necesidad de vomitar. Gojo no podía con la idea de que SU Suguru había salido del apartamento con la facilidad que había mostrado, andando por el sitio sin que él estuviera ahí, podría escapar en cualquier momento, era débil su protección, porque eso indicaba que en cualquier minuto Geto podría escapar en el instante que se cansara del juego infantil de una familia, de la idealización que había creado Gojo en su cabeza, con la necesidad de tenerlo, porque Suguru Geto había llegado a su vida, era su regalo, su bendición, su compañero de vida, Satoru había comprendido desde niño que si el deseaba algo solamente necesitaba tomarlo, el mundo le pertenecía, y con ello Suguru Geto

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