Familia

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Gojo se encontraba irritado, tempestuoso, quería marcharse a casa y no estar en esa tonta junta, ya había terminado su estúpida misión, porque debería permanecer ahí, perdiendo tiempo valioso, que podía tener en la compañía de Suguru, sino que estaba escuchando a los arcaicos e inservibles ancianos hablar, no era importante, no le interesaba, quería matarlos a todos y volver a los brazos de Suguru, si se daba prisa podría ganarle la cama a los niños y al fin dormirían juntos, como la pareja que era, porque nadie más podría tener el privilegio de tenerlo más que él, había nacido para estar juntos.

Realmente Gojo no recordaba en qué momento había generado aquella cercanía, inexplicable, desde niño había crecido solo, abandonado, nadie se interesaba en él, a ninguno le interesaba, únicamente su poder, su bendición de nacer con los seis ojos, a su clan le importaba la grandeza que ello significaba, realmente nunca lo habían considerado como un individuo, sino como un arma, como una moneda de cambio, su pensamiento central había sido así, hasta que ese flequillo apareció; El momento exacto era tan distante, por una ocasión alguien lo miraba por ser Satoru y no el gran Gojo que nació con los seis ojos, en ese momento el dejo de ser todo para convertirse en un chico de preparatoria, que le gustaba jugar videojuegos, comer helado, bromear, gracias a Suguru.