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Nada era igual, todo había cambiado y el tiempo parecía afectarlo.

Los niños habían caído derrumbados en varios lugares de la casa, el azúcar los había llenado de energía al punto que Geto sólo se quedó quieto esperando, le era cómico como se habían transformado en pequeños demonios de Tazmania corriendo por todas partes sin rumbo, junto con Gojo, nada raro de este. Con tranquilidad comenzó a llevar cada cuerpo inerte de los niños a la cama correspondiente, primero fue por las gemelas, que habían caído dormidas en la alfombra del pasillo, los siguiente fue Megumi y Tsumiki que dormían sobre la mesa del comedor, y como último, pero no menos importante, Satoru había quedado derrumbado sobre el piso de la sala.

— Satoru.— Lo movía con delicadeza, este era más alto y pesado que los niños, no lo llevaría como una princesa. — Hey despierta, monstruo del azúcar. — Jaló con sutileza la mejilla derecha de este tiñendo de rojo el área. — Oye si no te levantas te voy a dejar ahí, y no dormirás conmigo.— Como si de un hechizo se tratará el albino abrió los ojos peor que una máquina y, sin aviso, se lanzó en un abrazo, atrapando completamente a Geto, sorpresivamente fue gentil y cálido el acto, aún así el morocho no se alejo, ni Refunfuño, permitió el acto de cariño.

— ¿Podré dormir contigo? — Su tono confianzudo había Sido remplazo por una voz débil y baja, cosa que impacto un poco más al menor.

— Pues si, los niños están en sus camas y tú sólo construiste una habitación ¿no pensaste en que éramos dos personas?— Le respondía con un tono burlón, no le molestaba compartir la habitación con Satoru, desde la preparatoria lo hacian, hubo un momento en el que parecía que Satoru se habían mudado con él, inclusive Shoko le comentaba que ya vivan como marido y mujer. Hubo un leve quejido como protesta a sus palabras, esperaba algo diferente, aún así decidió solo continuar con ello. — Vamos a la cama, mañana tendrás que ayudarme a limpiar, se un buen niño y te daré un premio. — Dió un par de palmaditas en la espalda, mostrando su cariño, aún aprisionado en los brazos de satoru, era reconfortante pero tenían que terminar el abrazo.

— ¿Me darás un beso si soy un buen niño?— Cuestionó otorgando un puchero, ansioso de tener una respuesta positiva a su requerimiento. Ambos se quedaron en silencio, la afonía reino el sitio, un pequeño manto de incomodidad remarcó la situación sólo interrumpida por la suave voz de Geto.

— Sólo si te portas muy bien, te daré un beso. — concluyó, nervioso ante su propia promesa, su compañero siempre bromeaba con situación similar, pero él nunca le respondía sus insinuaciones, hasta ese momento.

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