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La nueva casa solicitada había sorprendido a varios de los sirvientes del clan Gojo, pero ninguno era tan estúpido para negarle algo al heredero de los seis ojos, por ello la construcción se había realizado con éxito bajo las anormales normas requeridas.

La mudanza fue rápida, en una noche habían llegado por los niños y sus cosas, aunque Gojo había dicho que no era necesario llevar nada, podía comprar todo de nuevo, aún así Geto había aclarado sobre el valor sentimental de algunos objetos y como no era bueno gastar dinero, el estatus económica era una marcada diferente entre ambos, mientras Satoru había crecido en la opulencia, Suguru venía de una familia modesta del campo, los cuales no podían darse el lujo de desperdiciar.

— Tienes que enseñarle a los niños el valor de los objetos — Era un regaño habitual salir de Suguru a Satoru.

Una vez que llegaron al sitio el albino solo abrió un poco la puerta cuando los infantes se lanzaron a ella abriéndole de un golpe e ingresando al sitio, corriendo de un lado a otro para examinar el sitio, sus Albas paredes a juego con su mobiliario negro y costoso, parecía que Gojo no entendía la decoración apta para menores, pero su compañero no se lo recriminaria, no con todo lo que ha hecho por el momento.

— Es una linda casa. — Interfirió Geto mientras ingresaba a ella.
— Es más grande y hay más habitaciones para las bestias. — Bromeó con diversión.
— Satoru, no los llames así, son solo niños. — Llamó la atención al comentario malintencionado de su compañero.
— Claro, contigo lo son. — recriminó molesto.
— ja,ja,ja. — Una leve risa se libero al ver el acto de celos que había visto por parte del gran Satoru, era tan infantil. — No estés celoso, los niños también te quieren mucho, aunque no son muy expresivos. — Atrapó al cuerpo del más alto entre sus brazos regalando un sutil pero cálido abrazo, aproximando la mejilla del contrario a su pecho. El hechicero más fuerte se paralizó ante el acto, deseosos del contacto no puso resistencia, dejo que las suaves manos lo rodearan y lo guiarán al cuerpo de Suguru, amaba la cercanía, anhelaba estar ahí, en esos brazos siempre, podría estar su vida ahí, cerró sus ojos para poder deleitarse de la calidez brindada del otro cuerpo, entendía porque los niños eran adictos a esos abrazos, mientras el olor a madera e incienso de la colonia de Suguru entraba por su nariz, embriagandolo de ese olor tan rico. Pudo escuchar como la voz de su amante viajaba por su pecho hasta su garganta y después se escabullia por su boca. — No sé cómo pagarte este nuevo hogar. — Los pensamiento de Satoru se paralizaron por algunos momentos al escucharlo, no lo había realizado por algún pago, la cercanía era lo que el deseaba, desesperado por ser el único en la vida de Geto.
— Mamá podría darle un beso a papá Satoru. — La voz juguetón de tsumiki interrumpió el momento, con una gran sonrisa al verlos de esa manera.—
— Me rehusó a qué sea papá Satoru.— Concluyó Megumi a la escena con una cara de asco ante ello y estirando sus brazos hacia Geto en la búsqueda de un abrazo el cual no fue negado, rompiendo el que se tenía con el adulto para intercambiar a Satoru por Megumi. El niño envolvió el cuerpo de Suguru y colocó su rostro en el cuello de este como si fuera un bebé. — Mamá Suguru, quiero dormir contigo. — Su voz se volvía más dulce mientras satoru podía ver la cara de burla que tendría el mocoso al lograr sus objetivos de separarlos.
— Claro que si, mi niño hermoso. — La voz cantarina inundó de nuevo el oído de los presentes mientras se retiraba con el niño en brazos para dormir.

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