Capítulo 8

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—Es increíble que te comas todo eso —Le dice Franco a Mael con una mueca de asco

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—Es increíble que te comas todo eso —Le dice Franco a Mael con una mueca de asco. —. Llevas tres hamburguesas. —Ay Franco, eso no es nada. Yo me como cuatro, solo que ahora estoy en público.

—Cangrepurguers —lo corrige Mael, como siempre, tan infantil. Yo trato de aguantarme la risa y me quedo mirando como Franco niega, y es que es una hamburguesa normal, no tiene los ingredientes marinos ni nada por el estilo. 

«Cuando viste los muñes de Bob Esponja buscaste en Google la receta, ¿verdad? »

“Sí, por arribita la vi.”

Por si no les dije, estamos comiendo el almuerzo estilo pícnic en el patio. Los chicos, como siempre, no me dejaron sola, aunque no entienden por qué odio estar en la cafetería.

Pero el que estuviéramos aquí le sirvió a Mael para escaparse e ir a comprar comida. Y bueno, yo también salí ganando; pues trajo para los tres.

Desvío mi vista de los chicos y me pongo a mirar al alrededor. Y es así cuando veo al chico que sabe la verdad sobre mí. Yannick Simon, si mal no recuerdo su nombre. Como supuse, asiste a mi clase, luego de saber de su existencia es que lo veo en el salón. Antes no lo noté nunca.

El chico se ve solitario, en esta ocasión, pues la mayoría de las veces lo veo con otro chico, uno que es un año menos, como he podido notar. Como siempre, trae esas gafas, de las cuales no me canso de pensar que se le ven ridículas. No entiendo por qué las usa en todo momento; incluso dentro. ¿Acaso tendrán aumento? Si es así, ¿por qué no utiliza unas normales para los espacios donde no haya luz solar? Sus motivos tendrá. Pero eso sí, sí me dice su graduación, yo misma voy a la óptica y le compro los espejuelos. Me da molestia cada vez que se las veo puestas, no sé por qué.

Al parecer lo llevo mirando tanto rato, que siente el peso de mi mirada, pues levanta la cabeza del celular. Me encantaría decir que nuestras miradas chocaron y nos mantuvimos mirando por unos instantes, como el típico cliché. Pero esas gafas estorban, ni siquiera sé si me mira a mí, solo que mira a mi dirección. Y sí, le tengo odio a las gafas, al menos a esas.

—El receso ya acabó —meto un saltito en el lugar, pues Mael se encuentra con su rostro frente con frente con el mío, y como estaba tan concentrada en lo otro, no me percaté.

—Vámonos antes de que nos agarre tarde para entrar a clases —eso lo dice Franco, ya levantado del suelo. Como aún estaba sentada, él me tienda una mano y yo la acepto. Fue tanto la fuerza y el impulso, que terminé muy pegada a él. Casi caemos, pero Franco se sostuvo.

Me pone muy nerviosa la cercanía existente en estos momentos. Pero por suerte, Mael es el salvador del incómodo momento. Pues dice:

—Venga, sepárense y vámonos —el tono en que lo dijo me desconcertó un poco. Pero mejor no le tomo mucha importancia.

(...)

Sin duda alguna, la vieja de Miss Ortiz me odia. Sé que por su culpa tendré que repetir el año por su materia si no me esfuerzo. Por suerte, aunque no me guste la historia, no soy tan mala en ella. Al menos tengo a Franco a mi lado que es aplicado y copia toda la clase, así que luego le pediré la libreta. Mientras me daré una vuelta por el patio, como me indicó la directora. Por suerte esta me entiende y no me aplica castigos, si no me la pasaría en detención.

Una sola palabra: INCOMPRENDIDA   [Completa✓] #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora