Capítulo 13

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—Antes de adentrarnos en el campo, ¿estás seguro de que conoces el camino? —debido a mi pregunta, Mael rueda los ojos

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—Antes de adentrarnos en el campo, ¿estás seguro de que conoces el camino? —debido a mi pregunta, Mael rueda los ojos.

—Confía en mí, Alaia. Ya me leí el mapa, sé ubicarme —me responde orgulloso, pero creo que no solo yo desconfío de él. Pues Franco le dice:

—Procura que no nos perdamos.

—Me ofendes y me indignas. ¡Mal amigo! —habla con voz chillona y con una mano en su pecho, “el guía”.

— ¿Siempre es así? —pregunta Sandro, mirando raro a Mael.

—A veces peor —respondo simple. Mael sonríe orgulloso y le guiña un ojo a Sandro. Este hace una mueca, creo que se asustó.

—Tranquilo, primo. Es inofensivo —lo tranquiliza Yann dándole una palmadita en su hombro.

—Tengo una duda —Todos le prestamos atención a Leyla.  —. No nos encontraremos animales por el camino, ¿verdad? —Todos nos quedamos en silencio sin hablar, pero naturalmente yo rompo el silencio.

—Na, estamos en un campo. No, no vamos a encontrar vacas o gallinas. Pero puede que nos encontremos a Garfield detrás de una lasaña.

—O a Dorothy en busca del Mago de Oz para regresar a su casa —expresa con igual sarcasmo Yannick.

—O simplemente al conejo blanco de “Alicia en el país de las maravillas” a punto de tener una cita con la Reina Roja. ¿Pero animales reales en este campo? —Le resto impotencia con la mano. —Ninguno.

Leyla nos mira mal mientras que los otros ríen, su pregunta fue muy tonta.

—Ya entendí —rueda los ojos la susodicha. Yo, mientras, me encojo de hombros y le pido disculpas por lo bajo.

(...)

Luego de caminar y caminar viendo solo pasto verde, decidimos detenernos a tomar un descanso.

—No encuentro lo divertido a esta “excursión” —Hago comillas con mis dedos.  —. Solo hemos visto pasto verde y aquel toro que le cayó atrás a Mael.

Porque sí, un toro persiguió a Mael unos metros atrás.

Flashbacks

—Oh, miren, un toro —Mael se detiene y señala al gran animal con su dedo.

— ¡Ni se te ocurra ir a donde está! —exclama su padre cuidador, Franco.

—Tranquilo Frankenstein —le dice relajado el chico, ya bien cerca del animal. Como persona astuta que es, (que se me note el sarcasmo, por favor) intenta acariciar al toro. Por instinto, este, claramente, no se dejó tocar y se enojó enseguida bufando y haciendo que, del miedo, Mael se mandara a correr. Mala elección, pues el animal le está cayendo atrás.

— ¡Maldita camisa roja que me he puesto! —escuchamos que dice el perseguido.

—Bueno que le pase, no me hizo caso —expresa simple Franco.

Una sola palabra: INCOMPRENDIDA   [Completa✓] #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora