Confesión estando borrachx

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—Siempre me pregunté si tenías amigos.

Reborn miró su reloj y suspiró. Era tarde, muy tarde, lo único bueno era que estaban en transición a domingo, así que desvelarse no estaría del todo mal.

—Y yo siempre me pregunté... si salías con la enfermera del área perática.

—Pediátrica —corrigió.

—Eso.

Se escuchaba ruido de fondo a través de la llamada que le hizo Tsuna, tal vez era alguien cantando o simplemente conversando muy alto. En sí la llamada fue muy extraña desde el inicio.

—Así que me dices que saliste con tus amigos del trabajo... y que me llamaste, ¿solo para que respondiera la pregunta de tu reto?

—Sí.

—Suena poco coherente.

—¡Tsuna! Qué diga la respuesta —era una mujer.

Reborn —la lengua del castaño a veces se trababa— ¿cuántos huesos tiene un ser humano?

—Doscientos seis.

—Gracias. Te quiero. Adiós.

Y le colgó.

Reborn respiró profundo para no emocionarse por esa despedida y en vez de eso guardar compostura y no enfadarse porque le colgaron de repente.

Al menos sabía que Tsuna hablaba de él con sus amigos.

Pero no le gustaba escuchar el ruido de mujeres u hombres alrededor de su querido y atontado castaño paciente, quien prontamente se haría una cirugía.

Devolvió la llamada y con insistencia pidió saber en qué bar o karaoke se hallaba Tsuna, pero se lo negaron. Al menos pasó por aquello dos veces más antes de que Tsuna recordara lo insistente que Reborn era y aceptara dar la dirección.

—¡Un chico guapo va a venir! —aun hablaban del otro lado.

—¿Guapo? Pero si solo es Reborn.

—La foto que me mostraste dice que es muy guapo.

Por si no lo notaste, Tsunayoshi, no me has colgado —Reborn rio bajito al escuchar un par de grititos asustados. De seguro tenían el celular en altavoz, confundiendo el botón al querer colgar.

—¡Apágalo, Tsuna! ¡Apágalo!

—¡No me acuerdo cómo!

—Escuchó todo lo que dije. ¡Qué vergüenza!

Y al fin cortaron.

Reborn iba a preguntar por qué Tsuna tenía una foto suya en su celular, pero primero tuvo que detenerse para cubrir su boca y no hacer escándalo en el transporte. Trató de reír bajito.

Había sido divertido.

Lo fue más cuando llegó al lugar indicado y vio al castaño sonrojado, casi tambaleando mientras cargaba a otro muchacho y sujetaban a una chica que quería huir. Seguramente era la chica de la llamada que se moría de vergüenza por su error.

No se enfadó por verlo en ese estado tan caótico, riéndose a lo loco por alguna cosa sin sentido, con el hedor a licor rodeándolo, porque era de las pocas veces que veía al castaño reír divertido y parecer un chico normal.

—Yo me llevaré a este... chico.

—Es una pena que ya te lo lleves, estábamos divirtiéndonos mucho.

—Cuida de Sawada-kun, por favor.

Se despidieron con rapidez y se llevó de ahí a un agitado castaño que arrastraba ciertas palabras. Lo vio tambalearse y tuvo que sostenerlo del brazo a la vez que negaba el deseo de Tsuna por ir a un karaoke.

Encontró un puesto callejero que vendía algo de ramen y le ofreció al castaño, quería devolverlo al estado normal, para regañarlo como debe de ser.

—Reborn, acabo de recordar que tu tutor en el hospital... dijo que eres muy ambicioso.

—Lo soy —jugó con su plato mientras veía a Tsuna masticar con ganas.

—¿Por eso le das esperanzas a todas las enfermeras?

—Yo no hago eso.

—Sí lo haces.

—Yo solo platico con ellas, que lo malinterpreten es otra cosa.

—Pero con tu rostro bonito, ¿cómo no quieres que malinterpreten todo?

—¿Así que crees que tengo un rostro bonito?

—Sí —Tsuna rio bajito mientras terminaba su plato—. Cualquier con ojos lo vería.

—¿Es por eso que tienes mi foto en tu celular?

—No.

—¿Entonces?

—Te tomé una fotografía para tener pruebas de que eras mi acosador... Por si acaso.

—Me ofendes.

—Debo ser precavido.

Ya con Tsuna más consciente, pudo plantearse llevarlo a casa.

Pero no contó con que Tsuna solo tenía una especie de lapsus de sobriedad y que ni bien dar dos pasos lejos del puesto de comida, cayó al suelo estrepitosamente.

Negó divertido al cargarlo en su espalda, averiguando si tenía las llaves y suspirando para caminar a buscar un taxi en las calles principales.

Aunque debía admitir que verlo sonrojado por el alcohol, y escucharlo reír bajito, era adorable.

—Reborn... ¿Yo te gusto?

—Sí —quiso aprovechar la oportunidad—. ¿Yo te gusto a ti?

—Sí —susurró pegando su mejilla al cuello del azabache—. Creo que también me gustas un poquito.

—Así que tengo esperanzas.

—No creo... Porque me das miedo.

No era lo que Reborn quería escuchar, pero ya era un progreso.

Circunstancias coloridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora