Champagne o bebida alcohólica

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Le dio un beso en la base del cuello, aprovechándose del abrazo que compartían, y sonrió ante el ferviente sonrojo que Tsuna le brindó.

—Me haces cosquillas.

—Lo sé.

Tsunayoshi no se apartó, porque disfrutaba del pequeño descanso que se daban al estar sentados en la arena, después de jugar con el agua y nadar un rato. Su cuerpo estaba cansado, su alma muy tranquila, y prefería estar en paz.

Reborn lo abrazaba por la espalda, aprisionando su abdomen con sus brazos, cubriéndolo parcialmente del sol que se alzaba imponente en la playa, podía sentir la respiración del azabache en su mejilla, y las miradas de un par de turistas posarse en ellos con curiosidad.

Acostumbrarse a las muestras de afecto en público nunca le fue posible. Pero Reborn era una mula terca que no le importaba lo que pensaran los demás. Aunque el lado positivo era que nadie se le acercaba ni para pedirle indicaciones, así que socializar ya no era necesario.

Se quedaron allí por horas, caminando por la arena, visitando las tiendas cercanas, recolectando caracolas, descubriendo algún espacio de la playa que sirviera para estar tranquilos mientras disfrutaban de un helado.

Viajar un fin de semana que no era considerada de descanso era genial.

—Quiero beber.

—¿De dónde vino esta petición tan rara, Tsunayoshi?

—No lo sé... Solo quiero beber.

—¿Vino, champagne, o algo suave?

—Sake.

—¿Seguro?

—Mañana seguiremos aquí, hasta medio día me recuperaré.

Le cumplió el capricho porque hace tiempo que él tampoco bebía algo, y en medio de la privacidad de su habitación rentada junto al mar, una a una las copas fueron servidas y la bebida consumida. No tardó mucho en que el alcohol hiciera efecto y las mejillas del castaño empezaran a colorearse.

Y Tsuna salió de su cascarón.

Fue el propio castaño quien buscó un abrazo, sentarse en sus piernas, y ser rodeado y tratado con cariño. Reborn estaba mas que gustoso de ofrecerle cuantos mimos deseara, mientras él también dejaba que su sistema asimilara el licor. Besitos fueron solicitados de repente, y entre risas era Tsuna quien confesaba su cariño en susurros.

—Me molesta que pases tanto tiempo en el hospital —reclamó acurrucado en el pecho de Reborn.

—Pero cuando llego, tú sigues en la computadora.

—Estoy aprendiendo.

—Yo también —rio bajito—. Estamos a mano.

—Debiste dejarme ser un oficinista hasta mi muerte.

—Jamás.

—¿Por qué?

—Porque no te iba a dejar abandonar tu sueño.

Tsuna sonrió en silencio.

—Por eso te amo, Reborn.

El azabache acarició la mejilla derecha del castaño mareado que se reía bajito, y tentado por la luna, elevó aquel rostro tan bonito para darle un beso mariposa en la frente, en la mejilla, en la punta de la nariz y llegó hasta esos labios que estaban empapados en sake. Esa piel cálida y deliciosa que no se cansaría de morder.

Le acarició la cintura con tranquilidad, escuchándolo reírse seguramente por las cosquillas, continuando con el beso que poco a poco se transformaba en una tímida danza en la que sus lenguas participaban también. Se arriesgó a subir un poco más su tacto, pero al instante el castaño lo detuvo.

—¿Qué sucede?

—Tengo una cicatriz muy fea ahí —hizo un ruidito inconforme—. No me toques o te muerdo.

—Tomaré el riesgo.

—Reborn, no.

Perdidos en el descontrol del alcohol, forcejearon escuchando las negativas del uno y las risitas del otro hasta que la gravedad les jugó una mala pasada y la mesita con sus bocadillos salados y el sake cayó. Pero en su estado de euforia, eso solo se les hizo muy gracioso y lo obviaron casi al instante.

Un beso más.

Una mirada a los ojos ajenos, la caricia en sus rostros y el abrazo que pegaba sus cuerpos. Estaban ebrios y aun así, percibían que tal vez estaban sobrepasando una línea que pocas veces rozaron antes.

—Duerme conmigo, Reborn.

—Qué travieso eres, Tsunayoshi.

—Idiota —rio bajito mientras rodeaba el cuello de Reborn con sus brazos.

—Sabes que me lo tomaré personal.

Risitas más y un bostezo.

Reborn sonrió cuando escuchó un "te amo" y poco después, entre sus brazos, el amor de su vida cayó dormido y como peso muerto se quedó sobre su regazo. Le acarició los cabellos un rato, le besó las mejillas y entre tambaleos buscó el futón donde se recostó sin dejar a Tsuna caer de sus brazos.

Lo admiró un rato más antes de abrazarlo por la cintura y caer dormido también.

Circunstancias coloridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora