Mirar el atardecer

104 21 0
                                    


—¿En serio estamos viendo el atardecer en la televisión de mi departamento?

—¿No te parece romántico?

—No —Tsuna empezó a reír.

—Estás arruinando el momento, Tsunayoshi.

Es que no podía evitarlo, era la idea más cursi que se le había ocurrido a alguien por su causa, así que tuvo que reírse. A veces olvidaba lo ocurrente que era aquel muchacho, que de la nada le dijo que tendrían una "cita formal" y pasaron hasta su sala.

—Esto es muy serio y tú solo te ríes.

—Es que... —el castaño intentó contenerse, pero era difícil— es divertido, acéptalo.

—Solo intento que sea especial.

—Reborn, ya basta de esto.

—Por si no te has dado cuenta, estoy muy emocionado.

—No es para tanto.

—El simple hecho que te dieras cuenta que iba en serio con lo de amarte, es un triunfo para mí.

—Lo sé... Soy muy despistado supongo.

—Demasiado.

—Lo siento.

—¿Puedo retomar lo que estaba haciendo antes de que te rieras?

—Claro que no —Tsuna se levantó—. Vamos por algo de comer, yo invito.

Habían sido unos días muy raros, donde se encontraba a Reborn en medio de su camino de regreso a casa y el azabache tenía preparado alguna extraña invitación a un bar o simplemente a caminar.

Como si estuviera cortejándolo.

Eso hasta que Tsuna aclaró que la especie de vínculo que tenían había ido de una forma anormal y que el cortejo hace mucho que pasó, que incluso ya habían vivido juntos como cualquier otra pareja normal, y que era innecesario volver a la etapa de "citas".

Pero Reborn no desistió, siguió en aquellos planes.

Planeó citas casi diarias, a donde fuera, como fuera, caminando uno al lado del otro, riéndose de cosas, preguntando los gustos ajenos, mirándose detenidamente hasta avergonzar al castaño y sonreír satisfecho con solo esa acción.

Era un muchacho ilusionado.

Y por eso Tsunayoshi planeó una sorpresa.

—Prefiero los amaneceres, pero por tu causa, será un atardecer.

Lo tomó de la mano en un viernes, no le dijo a dónde irían, y simplemente lo llevó de tren en tren hasta que llegó al lugar preciso, en un claro fuera de la ciudad, donde tuvieron que caminar unos diez minutos hasta el mirador.

Le dio el placer a Reborn de ver el atardecer juntos.

Uno junto al otro, compartiendo una banqueta, en silencio, esperando la transición del día a la noche.

Y lo dijo.

—¿Quieres ser mi novio?

Tsuna enrojeció al terminar de decir eso, y antes de que Reborn lo viera en esa bochornosa situación, giró el rostro y se cubrió con una mano.

—No te escuché.

—No lo voy a repetir, Reborn —se moría de vergüenza, pero ya lo dijo.

—¿Y por qué la pregunta repentina y cliché?

—Tú empezaste —no lo miró, pero suponía que Reborn ya notó sus oídos coloreados de rojo.

—Se supone que te lo iba a preguntar yo en el momento adecuado, Tsunayoshi.

—Pues no —poco a poco fue retomando su posición, mirando el atardecer que terminó y que dio paso a la noche—. Soy el mayor y tomé la responsabilidad de formalizar esto.

—Sonaste como adolescente.

—El adolescente eres tú, viéndote tan ilusionado con las citas, con intentar tomar mi mano, y con ver el atardecer.

—Me amas —se jactó.

—No voy a responder la pregunta.

—Es obvio que acepto —se acercó al rostro ajeno—. Hasta te di un anillo de compromiso, ¿lo recuerdas?

—Era de promessa.

—No para mí —Reborn rio bajito.

—No me avergüences más, ¿está bien?

Pero era obvio que Reborn no se iba a quedar así, sino que delicadamente se acercó cada vez más a ese rostro teñido de un cálido rojo hasta que ofreció un cálido beso en una de esas mejillas.

Porque con solo eso, ya había casi provocado un infarto en Tsunayoshi.

No podía arriesgarse a más.

Por ahora.

Circunstancias coloridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora