Hora del baño

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Moverse fue muy difícil desde el inicio, así que prefería alargar los periodos entre sus baños inicialmente u optaba por simplemente asearse con una toalla mojada, pero llegaban los días como en aquel, que deseaba sentir el agua tibia relajar sus músculos.

—¿Me ayudas?

—Puedo bañarme contigo y ayudarte a la vez.

—No gracias, solo quiero que me ayudes a llegar allí.

—Tienes que aceptar que eres algo torpe, y me preocupa que te caigas o hagas algo para que la herida se abra.

—Reborn, solo ayúdame a llegar al baño.

Siempre eran las mismas líneas usadas por un muchachito que parecía tener una obsesión con siempre cumplir con sus caprichos. El cielo sabe cuánto Tsuna tuvo que mentalizarse para poco a poco lidiar con esas situaciones, pero había veces que se cansaba. Si bien evitó aquel dilema hasta ese punto, decidió ceder por su paz mental.

—Bien, bien —agitó su mano—. Solo ayúdame.

—Wow, creí que darías pelea todavía.

—Tampoco es como si le viera algo de malo el bañarme junto a ti, pero fui hijo único, bañarme solo forma parte de mí. Me incomoda un poco tener compañía.

—¿Y cómo le hacías con los viajes de grupo en la preparatoria?

—Por eso digo que no le veo nada de malo. Será como en la preparatoria. Amigos haciéndose bromas en los baños públicos o en las aguas termales, haciendo competencias por aguantar la respiración, y en nuestro caso —señaló a Reborn—. Tú vigilarás que no me caiga y muera.

—Me sorprende tu capacidad de razonamiento, Tsuna.

—Solo no te quejes porque ya sabes que mi baño es muy pequeño. Apenas cabremos los dos, yo en la tina y tú fuera de ella.

—Me sirve por ahora.

Tsuna soltó una risita.

A veces veía a Reborn como un simple niño mimado.

Solo lo dejó ser. Divirtiéndose por la ilusión que intentaba ocultar el azabache, sentándose dentro de la tina para desnudarse y esperar que el agua le cubriera lo suficiente para asearse. Hizo un par de bromas por el poco espacio y la altura del azabache, y giró su cuerpo para darle privacidad a Reborn para que se desnudara y usara la regadera de mano. Todo muy normal para él, pero al parecer no para Reborn.

—Así que en serio no te incomoda tenerme de compañía —Reborn se recargó en el filo de la tina para mirar al castaño tallarse los brazos.

—Pues no, ¿por qué debería?

—Porque hace tiempo dije que me gustabas.

—Y yo te dije que era una mentira.

—Deberías entender que aun si era mentira, compartir la ducha con alguien que se fijó en ti, es diferente que bañarte con un amigo.

—No entiendo qué tiene de diferente.

Reborn sonrió de lado.

—Algún día entenderás, Tsunayoshi... Hasta entonces, permíteme ayudarte a tallar tu espalda y lavar tu cabello.

A veces Reborn decía cosas muy raras para después tomar acciones muy gentiles como esa, ser cuidadoso al tallarle la espalda, darle indicaciones para que la herida de la cirugía no se afectara con el contacto del agua o el jabón, ayudarle a lavar su cabello.

Fue gentil.

—Cuando estés sano, pediré que me ayudes a tallar mi espalda también.

—Seguro —sonrió Tsuna.

Reborn le tomó delicadamente las mejillas, deslizando sus pulgares por aquella piel bronceadita, mirándolo con una sonrisa, sin decir nada. Tsuna sintió que la mirada ébano de Reborn se veía más gentil esa vez, pero no quiso decirlo, porque no quería terminar con el buen humor del azabache.

Se quedaron ahí un rato más, hablando del viaje a la playa que Reborn tuvo en preparatoria, y pactando ir ellos también alguna vez para competir por quien encontraba la mejor caracola en la que se pudiera escuchar el mar. 

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