Capítulo VI

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Sintiendo las pulsaciones de su corazón en la garganta, Candice salió de su casa, subió a su auto y manejó hasta una solitaria avenida de la ciudad; al llegar, bajó del auto y observó todo a su alrededor; necesitaba encontrar a Terrence lo mas pronto posible... su instinto no podía engañarla, olfateó el peligro que se avecinaba no solo para él, sino también para ella. Alzó la mirada al cielo, la oscuridad de la noche era su única compañía. Cerró los ojos y se concentró, para cuando los abrió, era capaz de ver mas allá de lo que un humano común y corriente podía hacerlo, dejando de lado los cuidados que siempre tuvo, corrió a una velocidad imposible para una persona común, luego de ver el lugar exacto en donde se encontraba Terry.

—¿Que te trae por aquí Candice?

—Debemos marcharnos ahora —fue su respuesta —Dame tu mano —apretó la mandíbula —voy a ayudarte

—¿Que te hizo cambiar de parecer?

—Aún con todos los problema que genera mi condición, amo y aprecio mi vida y no estoy dispuesta a perderla, no en este mundo.

—¿Hay algo que sabes que yo no?

—¿Aceptas mi ayuda o no? —gruñó ante su cuestionamiento. Solo aquello le faltaba que se pusiera de preguntón en ese momento.

—¿Y si te digo que ahora soy yo quien no quiere tu ayuda?

—Esto me pasa por tonta —Candice se dio media vuelta y comenzó a alejarse —apártate de mi camino, no te quiero cerca de mi —dijo cuando él le impidió avanzar.

—¡Oh vamos Candice! pensé que tenías mas sentido del humor —Terrence le mostró sus blancos dientes en una sonrisa encantadora

—Este no es el momento de mostrar tus pre... —apretó la mandíbula.

—Dilo, dilo, de igual manera sé lo que pensaste.

—Y si lo sabes para qué demonios quieres que lo diga.

—Porque quiero escucharlo de tus labios.

—Vete al infierno.

<<Contigo hasta el fin del mundo>> <<entre broma y broma la verdad asoma>> —pensó. 

—Me gusta ver tu cabello suelto. Deberías dejártelo así más a menudo. Se ve sedoso y apetecible para meter los dedos en ellos —su voz sonó exageradamente erótica al oido de Candice al punto que sus pezones se irguieron.

—Escúchame bien Terrence, este no es un buen momento para tus bromas de mal gusto —replicó ella tras recomponerse.

—Quien entiende a las mujeres —Terrence negó con la cabeza fingiéndose contrariado aunque la verdad era otra muy distinta; disfrutaba verla enfadada.

—No soy el tipo de mujer que estas acostumbrado a tratar —siseó ella ladeando ligeramente el rostro para evitar el contacto visual —además si mi cabello está suelto es gracias a que salí de casa tan aprisa que olvidé atármelo ya que necesitaba encontrar a cierto granuja para decirle que finalmente decidí ayudarlo.

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