Capítulo XIII

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Mientras aguardaban en la parte de afuera, Candy removía los residuos de paja que colgaban de su cabellera dorada. Terry intentó ayudarla, pero ella no se lo permitió. Estaba molesta con él desde que le confesó sobre la ley de protección a favor de los Licántropos y humanos. Por un momento deseo tener todos sus poderes para desgargantarlo por haberle ocultado aquello, pero una vez mas su Tia Pony intervino a favor de él, y de no ser por su insistencia y la de su abuela no estaría ahí con él

<<¿Qué necesidad tenía ella de viajar junto a él oculta en una condenada carreta cargada de paja, cuando bien podía quedarse en la comodidad de su habitación y disfrutar de una vida plena como jamás lo había hecho sin temor a que todos se enteraran de su triple naturaleza?>> —pensó. Se habían transportado de un lugar a otro usando la capa negra de Terry y al final terminaron ocultándose en aquella carreta porque él se encontraba exhausto.

<<—¿Por qué diantres su abuela y tía usaron como argumento que no debía olvidar que ella aún tenía un secreto que no le había revelado? ¿Por qué se empeñaban en todo aquello?>>—se preguntó a si misma durante todo el camino. Aquello le parecía por demás extraño. A regañadientes terminó accediendo a la petición de ambas luego que le dijeran que aquello era parte de su destino y que debía cumplir con él si quería vivir una vida realmente plena y en total libertad sin temores de ninguna índole ya que las personas que verían eran las únicas que podían ayudarlos con el desastre que habían provocado,

Conocer aquel par de druidas le daría la oportunidad de indagar mas acerca de dicha ley y del seductor vampiro a su lado quien había puesto su mundo de cabeza desde el primer día que lo conoció. Reacia a girar el rostro para mirarlo, lo hizo por el rabillo del ojo. Terry se encontraba con su mirada hacia al frente, en espera que aquella enorme puerta se abriera. No estaba segura si verlo tan quieto era una señal de tensión o inseguridad de saber cómo sería recibido. Detuvo su escrutinio cuando la puerta se abrió y dos hombres aparecieron en su campo visual.

—¡Madre Santa! —se atragantó —eran tan altos como atractivos. Uno de ellos tenia cabello negro y corto, sus ojos eran oscuros como la noche, mientras que el otro tenía cabello rubio que le llegaba hasta los hombros, y sus ojos eran marrones. Ambos estaban elegantemente vestidos, sus cuerpos magníficos exudando sensualidad... no mas de lo que el vampiro a su lado lo hacía —concluyó.

—¡Oh, Dios! —musitó

–Cierra la boca o te entraran moscas, Candy. Ambos son sólo humanos ... Y están felizmente casados.

—¡Eh! —Candy dio un respingo al sentir que su mano se había situado de manera posesiva alrededor de su cintura. Alzó la cabeza para encararlo. La expresión ceñuda se esfumó de su rostro al encontrarse con la expresión irritada de él —¡Que Demonios!, ¿a caso el príncipe de los vampiros sentía celos de dos humanos felizmente casados?... ¿por ella? —Tosió varías veces tras atragantarse con su propia saliva. Aquello no podía ser imposible. Con un brusco movimiento se liberó de su agarre.

—Stair, ¿viste lo mismo que yo vi?

—Lo hice —respondió el mayor de los Cornwall frunciendo el ceño.

Candy apretó los puños al darse cuenta que se había desvanecido frente a los dos hombres luego de liberarse del agarre posesivo de Terry. ¡Infiernos!, tendría que soportar aquella tortura para que ellos pudieran verla.

Terry sonrió de manera arrogante y aprovechando la pequeña ventaja que tenía sobre la situación, colocó una de sus manos en el trasero de la rubia divirtiéndose ante la mirada ceñuda que ella le dirigió.

—Fue un pequeño accidente de cálculo —se disculpó encogiéndose de hombros y rodeando nuevamente su cintura.

—Lo siento —Candy se disculpó con los dos hombres frente a ella. —Olvido que desaparezco cuando él —señaló con su dedo pulgar a un costado suyo  —deja de tocarme —forzó una sonrisa —imagino que su ama de llaves se ha llevado el susto de su vida —recordó el rostro estupefacto de la mujer mayor que la atendió minutos atrás. Ellos se le quedaron mirando en total silencio —Mi nombre es Candice Ardley —se presentó haciendo una pequeña reverencia y continuó —ustedes no me conocen, y sé que todo esto probablemente parezca extraño, pero si me invitan a pasar puedo explicarlo —estrujó sus manos —no es para nada cómodo hacerlo aquí afuera.

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