Capítulo XIX

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Luego que su padre le suspendiera el castigo y le devolviera todos lo poderes de su inmortalidad, el apuesto príncipe de los vampiros pudo controlar todas sus emociones como cualquiera de los de su raza podia hacerlo. Aún cuando podía volver a su natal Inglaterra y rescatar a Candy de su cautiverio, aguardó con paciencia a que se llevará a cabo la celebración a Lugh por respeto a la familia de Candy y a ella misma.

Antes que el sol apareciera en el horizonte , Terry observó en silencio como los hombres y las mujeres que días atrás lo devoraban con la mirada, elaboraban muñecas de trigo y se las entregaban a los niños para que las colocasen en el campo, se unió a ellos para que la tarea fuera mas fácil, le sorprendió escucharlos pedir a sus dioses que cuidaran de los granos que aún no habían germinado completamente y agradecían por las cosechas que habían levantado ese año.

Cuando el sol comenzaba a nacer en el horizonte, los niños rieron al ver como el príncipe de los vampiros corría a travez del campo de manera graciosa para ponerse a salvo de la luz solar que según él, acabaría con su existencia en un santiamén.

Una vez en castillo, cargó sobre sus hombros un costal de trigo y lo llevó muy cerca del lugar en donde prepararían el altar, evitando que los rayos de sol lo alcanzaran.

Mientras los licántropos cargaban todo tipo de grano que habían cosechado, sus mujeres se encargaron de decorar el lugar con espigas, capullos y flores. Sonrió al ver que también sus niños eran parte de aquella fiesta, ellos cargaban pan y fruta que ofrendarían en gratitud por todas las bondades recibidas.

Antes que el sol se ocultara, Terry se unió a los festejos y participó junto a los vampiros reunidos en el lugar, en las carreras y las danzas circulares siguiendo la dirección del sol, luego que le explicaran que todo aquello era para agradecer por su infinita bondad de permitirles andar en medio del día sin que sus rayos les afectara y asegurarse que tendría un año mas de vitalidad y protección. También participó en un ritual funerario al Sol que iniciaba un largo viaje hacia la noche del invierno.

Cuando el cielo se tornó de un precioso color naranja, todos los humanos salieron al patio, portando una vestimenta típica que representaba sus lugares de origen. Cuando se tornó violeta, prepararon una hoguera. Cuando se tornó negro, los hermanos Cornwall, como los druidas que eran, portando vestiduras blancas y un manto sobre sus cabezas, se pusieron de rodillas uno frente al otro y colocaron las velas en su lugar, y cuando la luna llena hizo su aparición, los licántropos aullaron.

Cuando las velas y la hoguera fueron encendidas, el sonido de los instrumentos Nórdicos inundó el ambiente transmitiendo una paz en el interior de Terry que no alcanzaba a comprender, aquella era la primera vez en su existencia que presenciaba y participaba de una celebración al gran Lugh, y ahora que lo había hecho, comprendía la importancia que aquella fiesta tenía para Candy.

—Ten, come, debes dejar que la energía mala salga de ti y medita en lo que has pasado y sientes aquí —tocó su pecho. Terry tomó de manos de la abuela de Candy una pieza de pan, y comió haciendo lo que le pidió.

Pony se acercó a él y le entregó un trozo de papel y una lápiz.

—Escribe todo por lo que quieras agradecer. Puedes escribir los nombres de tus seres queridos, tus emociones, sentimientos, —sonrió —déjate guiar y llevar por lo que hay aquí —aquella era la segunda vez que tocaban su pecho provocando que aquel pequeño órgano que comenzó a sentir desde que conoció a Candy, latiera con fuerza. —una ves termines, coloca el papel en esta cajita e invoca la energía del Leon, maestro del fuego y cuando la sientas en tu interior lanzaras la caja al fuego y él cuidará a todos aquellos a quien has puesto en el papel —le guiñó un ojo.

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