Capítulo IV

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—Hola, Candice –la saludó Terry parado frente a ella; sus labios estaban curvados en una sonrisa burlona. Tras leer cada uno de sus pensamientos, dejó de lado lo que estaba haciendo y fue por ella.

—En vista que estas resuelto a quedarte, soy yo quien se marcha —fue la respuesta de ella tras reponerse.

—¿Y pensabas marcharte sin despedirte?

—No tengo porque hacerlo —lo miró con el ceño frunció  —tú y yo no somos amigos y jamás lo seremos.

<<No me interesa ser tu amigo>> —pensó. Lo que realmente quería ser era algo muy distinto.

—Ve a descansar, no voy a hacerte daño —Enarcó una ceja —velaré tus sueños.

—No voy a ayudarte —se apresuró a decir ella.

—Eso lo veremos —él le guiñó un ojo y la invitó a regresar a su habitación.

Maldiciendo su mala suerte, Candice regresó a su habitación, se tumbó boca abajo sobre la cama y cerró los ojos

—Dime tu fantasía, Candice, –ronroneó Terry muy juntito a su oreja. —Estoy dispuesto a hacer lo que me pidas.

Candice abrió y cerró su boca varias veces como pez fuera del agua.

—Quita esa...esa... cosa de mi trasero —respondió al sentir la dureza rozando sus nalgas. Menos mal que estaba vestida.

—No quieres eso realmente —respondió él seguro de sí mismo. Restregó pecadoramente sus caderas.

—Por supuesto que eso es lo que quiero y lo digo en serio...

<<Vamos, Candy ¿que daño podría hacerte finalmente saborear un poco de un vampiro de raza pura? Puedes hacerlo y lo sabes>> —su parte mortal le susurró

<<¿Eres idiota o te haces?, No te das cuenta que esta aquí para matarnos>> —le respondió su parte inmortal. 

<<No sabemos eso>> —Se encogió de hombros  —<<y si es así, ¿realmente quieres morir con el deseo de saborearlo? >>—Su lado mortal hizo que se horrorizara

<< Oye, esta no es una telenovela con un final feliz>> —replicó su lado inmortal irritada con su otra mitad

Mientras Candice libraba una batalla interna, Terry intentó girarla, pero ella volvió en si y se armó de valor para enfrentar una batalla con él. Sabía que su lucha sería tonta, que sólo lo detendría por un tiempo, pero aquello era menos perturbador que verse forzada a mirarlo mientras la tocaba, eso si que sería completamente su perdición. Luchó con toda su fuerza para no ceder a su demanda pero la fuerza de él se impuso a la suya y finalmente la hizo girar. Ella ladeó el rostro negándose a verlo a los ojos.

—Mírame —ordenó él colocando un dedo bajo su barbilla, pero ella la mantuvo rígida mirando hacia un costado. —Te he ordenado que me mires, Candice —su voz era con un afilando tono gélido. Candice se mantuvo rígida. De ninguna forma giraría el rostro.

—A las buenas o a las malas lo harás —dijo él de manera burlona y arremetió —pensé que los Escoceses eran más resistentes que esto —rió —me intriga saber ¿en dónde quedó la chica que me golpeó y me hizo sangrar?

Aquello fue suficiente para que Candice girara el rostro y lo mirara fijamente a los ojos con la ira carcomiéndole por dentro — ¿Cómo se atrevía aquel estúpido Inglés a hablar así de los Escoceses?. Bajó la mirada hacia la marca de sangre en la comisura de aquella llena y sensual boca.

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