Capítulo VII

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A la mañana siguiente...

Mientras avanzaban hacía el auditorio, lugar en donde un grupo de maestros aguardaban a que la joven rubia llegara, incluyendo al odioso de Leonard, Candy se detuvo.

—Hasta aquí llegó nuestra travesía juntos, toma este pasillo y gira a la izquierda, unos pasos antes de que llegues a las dos puertas que te llevan a la oficina del rector, gira a tu derecha, caminarás unos cuantos metros antes de llegar a la puerta trasera del auditorio, ingresarás y te quedarás detrás de las cortinas... recuerda, debes estar lo mas alejado de mi para que nadie pueda verte —sonrió —a mi señal le harás al viejo Leonard lo que acordamos.

—Aja —respondió él curvando sus labios en una sonrisa burlona —no es mas fácil que me cubra con la capa negra y aparezca justo detrás de las cortinas.

—Tienes razón —Candy rió —jajajaja, que tonta soy ... la verdad, lo nervios me hicieron olvidar que puedes desaparecer y aparecer con tan solo cubrirte con esa capa —aspiró profundamente —deséame suerte.

—No la necesitas —respondió él devolviéndole la sonrisa que ella le regaló.

Después de un tiempo considerable, Candy finalmente concluyó con su tesis, los maestros presentes se pusieron en pie y la felicitaron por tan extraordinario trabajo.

—Felicidades Candice —el rector Marti se acercó a ella —si le soy honesto, cuando acepté su petición de adelantar el examen final, por problemas familiares, no pensé que conseguiría el promedio que alcanzó, eso no significa que haya creído que es una mala estudiante —se apresuró a aclarar —es solo que es difícil concentrarse cuando se está atravesando una situación como la que su familia esta pasando en éstos momentos, sin embargo, usted me ha demostrado que con esfuerzo, dedicación y apartando los problemas que nos rodean, podemos realizar nuestros sueños. Valió la pena aceptar su petición —extendió su mano —desde hoy, es usted oficialmente un médico —sonrió —honre su profesión y no sea como otros —dirigió la mirada a su colega el doctor Leonard —sirva siempre a quienes lo necesiten sin importar si tienen o no para cubrir sus honorarios.

—Muchas gracias —Candy aceptó la mano extendida —tenga por seguro que eso haré. —giró ligeramente su rostro para dar la señal que Terry esperaba; de pronto, se escuchó un fuerte lamento y todos giraron hacia la dirección donde provenía dicho sonido. Tras un fuerte empujón de Terry, el odioso Leonard rodó por las escaleras que separaban el estrado de las sillas. Candy cubrió su boca y apretó los labios para esconder la carcajada que estuvo por soltar al ver al odioso maestro que había hecho de sus últimos días en la Universidad una verdadera pesadilla, tirado en el piso como un costal de patatas. Según Terry, aquello era poco en comparación de lo que él imaginó que ella le propondría, pero para suerte de aquel vejete, Candy no era tan perversa como él, de lo contrario lo habría colgado del auditorio y se hubiera asegurado que nadie pudiera acercársele para bajarlo, hasta que a él se pegara la gana que lo hicieran.

—¿Ahora que haremos? —preguntó Terry cuando salieron del campus.

—Iremos a un buen restaurante para celebrar, yo invito —respondió la rubia con una amplia sonrisa —sacó su celular, marcó e hizo una reservación para dos en la zona VIP.

Comenzaba a oscurecer cuando Candy condujo hasta un restaurante ubicado en la avenida Broadway. Tras estacionar su auto, ambos ingresaron al lugar, y fueron llevados por un camarero hasta la mesa que minutos atrás la joven rubia reservó para ambos.

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