Capítulo XIV

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Cuando finalmente rompió aquel delicioso beso, Terry estaba contento de ver que los Cornwall miraron a Candy y luego intercambiaron miradas al ver la manera como se hundió lánguidamente en su asiento, con sus labios entre abiertos, sus ojos desenfocados y su rostro furiosamente enrojecido.

—Él ...quiere... saber ... si ...adquiriste... el... conocimiento... de ... Dan ... Juskin —dijo Candy entre balbuceos

Archie asintió.

–¡Eh! —dijo Stair sobresaltado.

—Aunque se haya ido, sus conocimientos quedaron aquí —tocó su cabeza —me pertenecen.

—Por Lug —Dijo Stair con asombro —¿Cómo has podido ocultarme eso durante todo este tiempo?

—Lo lamento hermano

—¡Infiernos!,  ¿Posees realmente todos sus conocimientos?

—Si —respondió Archie

—¿Por que razón no me lo dijiste?

—Porque no lo consideré importante —se encogió de hombros —con el espíritu de Dan Juskin fuera de mí, nunca he tenido la intención de usar nada de él.

—Eso significa que puedes....

—Si —respondió Archie adivinando los pensamientos de su hermano mayor —puedo remover el encantamiento del príncipe y hacer que todo vuelva a la normalidad sin necesidad de rituales de purificación y expiación de por medio... y, agradezco poder hacerlo, porque me resulta incómodo su invisibilidad —Candy bajó la mirada cuando aquellos penetrantes ojos marrones se clavaron en ella.

—Sí —Gritó Terry eufórico. —Si hubiera sabido que el menor de los Cornwall poseía ese conocimiento, habría venido a él en el mismo instante que mi padre me abandonó en New York y me habría ahorrado muchas cosas...  —dile que lo haga ahora mismo.

Candy transmitió sus palabras, luego, giró el rostro y lo miró con reproche. Él se encogió de hombros. ¿A caso a ella le resultaba difícil comprender su impaciencia?

—¿Es magia prohibida? —Le preguntó Stair a su hermano menor.

—No —respondió Archie —es solo magia de los antiguos druidas. Algo que nosotros jamás consideraríamos usar y menos cuando su majestad me lo prohibió —se encogió de hombros.

Los ojos de Terry se abrieron ampliamente... ¡Su padre lo sabía!, por esa razón lo abandonó en New York en un siglo mas avanzado y no en las Highlands de su siglo.

—¿Crees que resulte peligroso desobedecer a su majestad? —la pregunta de Stair sacó al príncipe de sus cavilaciones, clavó sus profundos ojos azules en Archie, en espera de su respuesta.

—Es probable —respondió Archie encogiéndose de hombros una vez más.

—Es tu decisión, hermano. —Dijo Stair —aunque ahora que lo pienso, no veo nada de malo en que lo desobedezcas, después de todo se trata de su propio hijo —se encogió de hombros y se giró hacia Candy —¿en donde se encuentra él exactamente?

En cuanto Candy giró el rostro en dirección al principe, Archie se puso de pie y se colocó detrás de él; siguiendo las indicaciones de Candy colocó su mano derecha sobre la cabeza de Terry y comenzó a cantar en una extraña lengua que hizo que la piel de la rubia se erizara. Aquella era una antigua lengua que ni Terry ni ninguno de los presentes conocían.  Magia antigua y pura, no tonterías. Candy se estremeció conforme Archie cantaba algunos versos de manera melódica  y armónica.

—Tranquila, Candy  —le musitó Terry al sentir cómo su cuerpo tembló sin imaginar los estragos que aquel cántico estaba provocando realmente en ella.

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