Capítulo XI

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Londres, Inglaterra —Inframundo

—Benedict, dichosos los ojos que te ven.

—Sé que mi hijo y nieta estuvieron aquí y solicitaron tu ayuda

—Así es —respondió Garcia —pero las cosas se han complicado —apretó los dientes —la sed de venganza de tu hijo, ha puesto nuestra inmortalidad en peligro.

—Lo sé, por eso estoy aquí —replicó Benedict —Daisy me puso al tanto de todo —aclaró ante la mirada confundida del cazador frente a él

—¿Te refiere a la muchacha que acompañaba a tu hijo?

—Si, ella trabaja para mi.

—Comprendo —Garcia lo miró a los ojos —si estás aquí debo entender que es porque de ahora en adelante, tú tomarás el control de todo o ¿me equivoco?

—No lo haces —respondió Benedict. Una sonrisa retorcida se dibujó en su rostro —quiero que convoques a un grupo de cazadores.

—No puedo hacer tal cosa —replicó Garcia —hasta ahora hemos corrido con suerte que el Rey no se ha dado cuenta que quebrantamos la ley.

—No se dará cuenta si lo vuelven a hacer —respondió Benedict

—¿Por que estas tan seguro?

Benedict se encogió de hombros.

—Con el príncipe ausente, con seguridad el trabajo en la corte se ha duplicado.

—Buen punto —Garcia tocó su barbilla —sin embargo, no cuentes con nosotros, ya nos hemos arriesgado demasiado por la testarudez de tu hijo.

—Sigo sin entender como es que siendo ustedes los encargados de velar por la seguridad de nuestro mundo, acepten ser sirvientes bajo el dominio de su majestad para conservar la inmortalidad —Benedict Marlowe se cruzó de brazos tras lanzar un letal dardo al orgullo del cazador frente a él

—Si de mi dependiera no sería así —gruñó Garcia al instante.

Bajo su ya bien estudiado aspecto indiferente y sombrío, Benedict escuchó el rechinar de los dientes de Garcia; ocultó una sonrisa de satisfacción al detectar el malestar del cazador frente a él. Aprovecharía ese pequeño portillo y se filtraría por ahí.

—¿Te gustaría que eso cambie? —de su respuesta dependería su propuesta.

—Para que eso suceda, tendríamos que liberar una guerra contra toda tu raza, la cual perderíamos y lo sabes.

—No necesariamente —respondió Benedict con astucia —Si consigues que mas de los de tu gente se unan a tu causa y apoyen mi propósito, una vez mi hijo se siente en el trono, romperá esa estúpida ley de protección, y yo me ocuparé que obtengan la libertad para volver a sus antiguas costumbres. —¿Qué dices? ¿Aceptas unirte a mi causa?

Los ojos de Garcia brillaron ante la propuesta que acababa de escuchar. Durante siglos había sido el comandante de los cazadores, regido a las ordenes del Rey, pero sabía que muchos de los de su raza, desobedecían sus mandatos, de la misma manera como él lo había hecho para pagarle una deuda de honor a Nelson Marlowe, así que, tendría la gente que necesitaría para llevar a cabo lo que Benedict Marlowe le pidiera hacer.

—Tenemos un trato —respondió Garcia después de varios segundos —¿cuántos cazadores necesitas?

—Con doce de tus mejores cazadores es mas que suficiente.

—¿Cuál es el plan a seguir?

—Debemos impedir que el príncipe tenga una audiencia con el Rey.

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