Capítulo XII

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Londres, Inglaterra —Inframundo

Mientras aguardaba por noticias, Benedict Marlowe achicó los ojos al recordar cada uno de los detalles que Daisy le proporcionó desde el momento que tuvo el primer encuentro con el príncipe en el mundo de los mortales.

Imaginar al nieto de su verdugo protegiendo aquella humana, le hizo recordar viejos tiempos. En aquella ocasión, pensó que el actual Terrence Granchester se había convertido en el protector de los humanos como su abuelo lo hizo siglos atrás —sacudió la cabeza —Antes que aquello sucediera, ambos habían sido inseparables, cada uno conocía el gusto del otro y se divertían como los mejores amigos de juerga que eran —Apretó la mandíbula al recordar la manera como el muy estúpido le tomó aprecio a una insignificante mortal que cuidaba como si se tratara de una de su propia raza y por quien estuvo a punto de matarlo.

Benedict Marlowe se puso furioso al recordar que Daisy le comentó que el príncipe había utilizado su cuerpo mortal para escudar aquella pequeña aberración por segunda vez y se había transportado antes de que su hijo y nieta pudiesen atacarlos.

—¿Como es posible que prefiera a esa pequeña aberración antes que a mi nieta? —se preguntó. Frotó su barbilla. — ¿Sabrá la clase de monstruo que es realmente? —una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro. Aquella bien podía ser su coartada para justificar la presencia de los cazadores en el mundo de los mortales, pero debía mover sus piezas lo mas pronto posible, antes que el príncipe encontrara la manera de comunicarse con su padre y lo pusiera al tanto de los últimos acontecimientos.

—Padre —Nelson ingresó a la estancia en compañía de su hija.

—¿Qué noticias me traen?

—Los cazadores nos convocaron cuando encontraron al príncipe y a su acompañante

—Excelente —respondió curvando sus labios imaginando que habían cumplido sus órdenes —Debemos partir ahora mis...

—No tan pronto, padre —Nelson lo interrumpió

—¿Qué sucede? ¿A caso esos idiotas lo mataron también a él ? —sus dientes rechinaron. Iba a destrozar a Garcia con sus propias manos si su gente se habían atrevido a desobedecer sus órdenes.

—No —Nelson negó con la cabeza —no pudimos siquiera acercarnos a ellos.

—¿Qué?, ¿cómo es eso posible? —Benedict Marlowe miró fijamente a su hijo mientras lo ponía al tanto de lo que había sucedido. —Todo esto es culpa de tu tonto plan —gruñó furioso cuando Nelson concluyó.

—No me vea así, padre —replicó Nelson ante la mirada gélida que su padre le dirigió.

—De que otra manera puedo hacerlo —espetó con los dientes apretados —tuviste dos malditas oportunidades para acabar con él y las desperdiciaste —le recordó —si hubieras dejado todo en manos de los cazadores desde el principio, a estas alturas no estaríamos lidiando con este problema.

—Lo lamento —Nelson bajó la cabeza

—¿En donde los vieron por última vez?  —Benedict Marlowe se dirigió a su hijo de manera inexpresiva.

—Cuando nos recompusimos, seguimos su rastro y nos llevó a Edimburgo del reino inmortal.

Benedict Marlowe maldijo. Aquellas eran tierras prohibidas para los de su raza.

—Señor —Intervino Daisy que se encontraba de pie como un perro fiel junto a su amo.

—¿Qué quieres? —espetó Benedict sin girarse a verla siquiera.

—Yo puedo ir y fingir que estoy ahí arriesgando mi inmortalidad para ayudar al príncipe.

—¿Como conseguirás engañarlo?

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