07 | Una serie de sucesos sorpresivos

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Saimon Connor

10 de octubre

❥︎ • ❥︎ • ❥︎

Abrí los ojos. 

Lo primero que vi fue a un gato panzón venir hacia mí, parpadeé lentamente y me senté justo antes de que su lengua hiciera contacto con la piel de mi rostro.

¿Dónde estaba? Cierto, en casa de dramática Lynn.

—Gato gordo —acaricié la cabeza del minino—, todo bonito, todo panzón.

Levanté la muñeca para ver mi reloj, caí en cuenta de que la hora que marcaba ya era demasiado mala. Si mis padres llegan a casa y no me encuentran seguramente me harán mil preguntas, no se mentir y fácilmente sabrán lo que sucedió, me castigarán y obviamente no quiero eso.

En conclusión, debo regresar cuanto antes.

Acomodé los anteojos y me puse de pie dejando de lado la montaña de almohadas que había formado la pelinegra.

—Mi padre dijo que debía despertarte porque ya es tarde —entró Darla—. Dijo que te irá a dejar a tu casa en su coche, le supliqué que me llevara pero dijo que no, que yo debía terminar mis deberes —resopló haciendo volar un mechón de cabello que se atravesaba en su rostro.

—Gracias —me froté la cara, en un intento de terminar de despertar—. Es demasiado genial, es lo que pensaba hace un momento. Comenzaba a preocuparme.

—¿Sí? Digo, sí, genial —sonrió de oreja a oreja—. Vamos grinch —señaló el pasillo con la cabeza.

Es raro que el apodo que me puso no me moleste como debería. Nunca alguien me había puesto un apodo que no sea cuatro ojos o gordo mantecoso, me agrada el grinch.

Caminé con la cabeza baja.

—Tu casa es muy, muy ¿hogareña?, la mía… la mía es fría y solitaria —le dije mientras bajábamos las escaleras.

—Tendré que conocer la tuya —me vio de reojo.

—Tendré que invitarte a ver películas conmigo —salió de mí sin querer.

¿Por qué dije eso? No fue muy Saimon de mi parte.

Moví la cabeza.

—Ya veremos —me guiñó un ojo a lo que yo desvíe la vista, abochornado.

Me senté en la orilla del sillón, Darla también lo hizo, estaba incómodo, su madre me miraba raro, si sigue así juro que mi rostro se pondrá rojo.

—Que bonita casa señora Lynn —comencé.

Entablar una conversación me ayuda a que no me sienta tan incómodo y también me sirve para alejar los sentimientos de nerviosismo y/ o pensamientos negativos, lo que siempre me pasa.

—No me digas señora, dígame suegra no hay problema —sonrió—. Darla, este chico es muy guapo, ¿qué amarre le hiciste?

¿Amarres? Eso con que se come.

—¡Mamá, es sólo un amigo deja de atormentarlo! —gruñó Darla segundos después—. A él le gusta su mejor amiga y a mí me gusta Josh —tomó aire—. ¡Y yo no soy una bruja para estar haciendo amarres o qué se yo!

—No puede ser —susurré ocultando el rostro con ambas manos.

No debí venir, hubiera aguantado la sed hasta llegar a casa, su madre es muy directa y no soy bueno con los cumplidos, si es que acaso eso fue un cumplido.

Corazones de papel [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora