Aceptando a la Veela

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Estaba harto...

Cansado.

Se preguntaba molesto porque aquel sujeto no se metía en sus propios asuntos y dejaba de fastidiar. Ya hacía una semana desde que Eren estaba instalado en su casa, siempre merodeando por todo el lugar como perro sin correa.

¿Y Hermione? Bien, gracias. Dándole total acceso para hacer y deshacer como quisiese.

No le gustaba ese tipo para nada, él no sabía de que le recordaba, pero de lo que fuese estaba seguro de que no era bueno. Su aire prepotente y arrogante lo tenía hasta la médula.

Tampoco le gustaba la forma en que miraba a Hermione, siempre con una adoración y una admiración para nada profesional. Era obvio que sentía algo más o al menos eso era lo que demostraba.

Si Hermione le ordenaba que comiese tierra, él iba y lo hacía.

¡Pero que poca personalidad!

El Ministerio había citado a Hermione a una reunión y allí se había establecido que su caso en cuanto a las posibilidades para retomar su trabajo estaba en proceso, y que pronto le darían una respuesta.

Aún así la había visto ir y venir quien sabe haciendo qué con el orejas de duende.

—Eren... —bufó removiendo un líquido en su laboratorio.

Ni siquiera era un nombre respetable, de hecho era bastante ordinario.

Por su llegada las visitas de Hermione a su laboratorio se habían reducido considerablemente, cosa que lo ponía mucho peor. En un principio no comprendía lo que le ocurría, pero cuando acudió a la visita con Scamander no pudo evitar mencionarle su malestar...

¿Que había hecho el viejo?

¡Se había reído... De él! Como si fuese un jodido payaso de circo.

<<Migrañas, dolor corporal, quebrantos, fiebres repentinas, visión borrosa, falta de apetito y... Apetito sexual>>

Esos habían sido los síntomas que había descrito, a lo que el viejo buitre con gracia le había contestado...

"—Inconscientemente comenzaste a aceptar el vínculo, tú cuerpo lo sabe, tú alma lo sabe y estás comenzado a necesitar de tu Veela... De ahora en adelante el libido subirá y no se detendrá hasta que el vínculo sea sellado... El ser la pareja de una Veela implica un apetito sexual superior al de una persona promedio por el simple hecho de que son criaturas sumamente lascivas, es una de las maneras que tienen para demostrarle su afecto a su pareja y hacerla sentir importante... Te lo advierto Malfoy, mientras más te resistas a ello, más crecerá el deseo y más difícil será controlarlo con el pasar de los días..."

Ahora se había convertido en un animal y ni cuenta se había dado.

Odiaba las erecciones dolorosas, odiaba que su corazón palpitase como loco cuando la tenía cerca... Odiaba que su olor comenzase a sentirse cada vez más fuerte.

Sus sentidos estaban muy sensibles, pero se negaba a sucumbir. Draco quería demostrar que su cuerpo no podía decirle que hacer, era un oclumante de nacimiento, por supuesto que podía cerrarse a lo que fuese.

Ya había salido de una estúpida guerra en donde todos controlarom su vida, en donde todos tomaban decisiones por él, siempre por encima de sus deseos.

Y ahora resultaba que era propiedad de una criatura...

Para ser precisos, propiedad de Hermione Granger.

¡Absurdo!

—Amo aquí le dejo el paquete que le llegó —avisó uno de los elfos dejando una caja sobre la mesa y desapareciendo en el acto.

Exhaló bajando la llama de un caldero.

Si Hermione estuviese allí, ella habría abierto el paquete con curiosidad.

Sin embargo, no estaba, se había ido por allí con el híbrido endemoniado.

Tomó la caja y la puso frente a él para abrirla. Había quedado con los chicos del almacén para que le enviasen varios ingredientes e instrumentos, y estos a su vez le dijeron que le enviarían algunos de regalo.

La abrió y sacó el nuevo mortero junto con las dos balanzas. Los frascos y el cuchillo de plata con punta de aguijón.

Revisó que los demás ingredientes estuviesen en perfectas condiciones y estuviesen todos los que pidió.

—Sangre de dragón... —hizo una marca positiva en el pergamino— moco de gusarajo... Díctamo... Huevos de doxy... Asfódelo...

Inclinó la caja para sacar lo demás hasta que al final notó algo que le llamó la atención.

Lo sacó con cuidado y se sorprendió... No podía creer lo que veía. Se lo acerco a la nariz para olerlo y notó que se veía perfectamente real así que para comprobar, cortó un poco y lo echó dentro de un caldero con líquido provocando que se esparciese un humo rojo en el aire frente a él.

Sí, definitivamente era lo que pensaba...

Esos eran cabellos de Veela.

El bosque oscuro y frío se mostraba tenebroso ante la noche. Advirtiendo el peligro que aguardaba.

Cosa que no le preocupaba en absoluto pues sabía perfectamente que aunque albergaba criaturas peligrosas... No existía criatura más peligrosa que ella.

Sacó el silbato de oro, aquel que al oído de un mago o una persona común no era audible, ni siquiera para las otras criaturas...

A excepción de una.

Se lo pegó a los labios mientras bajaba la capucha de su túnica y lo hizo sonar.

Todo estaba en silencio hasta que comenzaron a oírse ramas y arbustos sacudirse con violencia acompañado de fuertes pisadas que cada vez se oían más cerca.

De la oscuridad una enorme criatura con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón salió con violencia deteniéndose a escasos centímetros.

Sus ojos dorados podían infundir terror, una criatura sanguinaria y violenta cuya única misión era provocar muerte y destrucción.

Sin embargo, ante ella se inclinó haciendo reverencia mientras su respiración se oía errática y bestial.

—Buen chico —le acarició la cabeza.

La bestia le miró a los ojos y sus miradas se volvieron una sola.

—Ve, destrúyelo todo y solo detente cuando te lo ordene —ordenó dejándole claro a través de su mente todo lo que esperaba que hiciese.

La criatura soltó un rugido y se marchó dispuesto a cumplir la orden de su ama.

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