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Año: 1413

Edad: 13 años

-No- dijo Leash levantándose de la silla inmediatamente, ignorando por completo los modales que debía tener al estar en un hogar ajeno.

Margaret la miró con desesperación, sabiendo que la oportunidad que tenían no se volvería repetir jamás. Nicholas pudo ver los problemas que había entre madre e hija entonces también se levantó de su lugar.

-Iré con mi esposa, ustedes hablen con calma- dijo con una sonrisa reconfortante

Una vez que Leash escuchó la puerta cerrarse, volteo hacia su madre como si estuviera loca de siquiera considerarlo.

-Leash...- dijo Margaret intentando acercarse a ella pero su hija retrocedió.

-No quiero- repitió con firmeza, sabía lo que había escuchado y entendía lo que su decisión implicaba, estaba segura de lo que decía.

-¿No entiendes lo mucho que esto nos ayudaría?- le preguntó Margaret empezando a irritarse- Estaríamos seguras, estaríamos bien- se acercó a su hija y tomo sus manos- Estaríamos juntas- susurró con fuerza.

-Podemos tener todo eso sin lo que nos ofrecen- respondió Leash- Podemos seguir viajando, ir a cualquier parte del mundo, nos mantendremos seguras juntas- le sonrió ella, intentando convencerla

-¿Y qué ocurre cuando yo crezca y me vuelva débil?- le pregunto soltando sus manos- ¿Que va a ocurrir cuando ya no pueda cuidarte?- le pregunto con dolor

A Leash le dolían las palabras de su madre, tan solo tenían 3 años desde que habían huido de la casa de su padre, habían sido años difíciles, sin familia a la cual acudir, no tenían un refugio o en quien apoyarse; pero entonces conocieron a Nicholas, y su esposa y él las habían aceptado como familia, les habían dado todo lo que necesitaban y ahora les ofrecían una vida nueva.

Empezar de nuevo. Pero Leash no quería eso.

-Entonces hazlo tú- dijo Leash- No te juzgaré, pero yo no quiero hacerlo- insistió

Margaret caminó por el pequeño cuarto, la madera del piso rechinaba contra sus pisadas y se podía escuchar en ellas su ansiedad.

-¿Acaso no entiendes que si hago eso, yo no envejeceré, pero tú sí?- le pregunto con tensión en sus brazos- No quiero ver a mi hija crecer, envejecer y morir- negó con la cabeza, se sentó en una de las sillas de madera y tomó su cabeza entre sus manos

Morir. Ese era un nuevo miedo para Leash, ni siquiera sabía en sí que era morir, morir no debería ser una preocupación para una niña de 13 años, pero si lo era para Leash.

Lo era desde que vio la ira de su padre contra ella y su madre, lo era desde que su mamá le dijo que debían salir de ahí antes de que las matarán, lo era desde que llevaban años escondiéndose por temor a ser encontradas, lo era desde que se había enterado de su profecía...

Morir. Leash tiene miedo a morir.

Tragó saliva con temblor, queriendo sacudir el pensamiento de sus miedos de ella. Pero aunque le diera miedo morir, le daba más miedo el plan que su madre le estaba ofreciendo.

-¡Pero podemos hacerlo a nuestro propio tiempo!- estallo Leash- Tú y yo, viajando, creciendo juntas, envejeciendo- sonrió- Y cuando tú ya no puedas protegerme, yo te voy a proteger a ti- dijo con ternura, se puso de cuclillas y tomó las manos de su madre- Por favor, piénsalo, déjanos vivir nuestra vida juntas, pero que sea nuestra- le pidió

Margaret tenía lágrimas en sus ojos, era en momentos así que le sorprendía su hija, a ella no le importaba su poder, su fuerza o su magia, a ella le impresionaban sus palabras, sus pensamientos y decisiones. Ella entendía lo que le estaba pidiendo, había entendido lo que Nicholas les ofrecía y aunque ella tampoco sabia como resultarían las cosas, sabía que debía intentarlo.

Pero Margaret también tenía miedos y en esos miedos entraba poner a su hija en más peligro del que ya estaba. Se sentía culpable por todo lo que le había pasado a Leash, sentía que había tomado todas las decisiones incorrectas y su hija había sufrido las consecuencias.

Tan sólo tenía 13 años, era una niña y una parte de ella quería que se mantuviera así para siempre, quería devolverlo los años que había perdido siendo torturada y abusada, quería darle un nuevo comienzo.

Su hija merecía un nuevo comienzo.

-O podríamos hacer todo eso, hacer esta experiencia nuestra- le contesto- Podemos viajar, podemos ir a cualquier lugar, hacer lo que sea y mantenernos jóvenes, mantenernos saludables, fuertes- apretó las manos de su hija- Juntas- repitió Margaret

Leash abrió sus labios para responder, pero sabía que podía dar todos los argumentos del mundo, debatir con razón y dar todas las respuestas correctas, pero Leash jamás ganaría esta batalla.

Por qué aunque ella pudiera tener razón, seguía siendo una niña, seguía dependiendo de su madre, pero sobre todo, amaba a su mamá y quería hacerla feliz, aunque eso significaba sacrificar la felicidad de ella.

-¿Prometes que viajaremos mucho?- preguntó Leash con un temblor en su voz

-A dónde tu quieras- dijo su madre con esperanza

-¿Prometes que nos cuidaremos la una a la otra?- preguntó tragando saliva, el miedo en su cuerpo

-Seremos el mejor equipo- aseguró

-¿Prometes que estaremos juntas?- preguntó en un susurro, su voz entrecortada.

-Para siempre- dijo su madre estrujando su mejilla

Ambas escucharon la puerta abrirse y voltearon sus cabezas para encontrarse con Nicholas.

-¿Decidieron algo?- preguntó él a ambas.

Margaret miró a su hija con esperanza.

Leash miro las manos entrelazadas de ella y su madre pero solo podía pensar en algo.

Miedo.

-Está bien- dijo Leash- Acepto- asintió con la cabeza, intentando convencerse a ella misma de lo que iba a hacer.

En memoria a Leash SalazarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora