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Año: 1600
Edad: 200 años

-Fue mala idea hacer esto sin comer- se quejó Leash por quinta vez pero su risa delató que en realidad lo estaba disfrutando

-Este era su plan, tenernos en nuestro peor lugar para luego atacar- continuó Margaret

-¡No puede ser, nunca había tenido peores modelos!- se burló Zack- Ahora, por favor, dejen de moverse- les pidió de nuevo y regresó su mirada a su trabajo

Margaret jamás había estado tan libre, usaba ropa simple y cotidiana, traía su cabellera roja suelta y durante la mayor parte del día no usaba zapatos. Se acostaba en el prado de flores afuera de su casa, se sentaba en la ventana de su dormitorio a observar el cielo y como se extendía a lugares que no conocía y no le importaba conocer.

Zacharias podría decir que estaba viviendo con ellas, jamás se quedaba a dormir porque tenía una idea de caballerismo muy arraigada, pero se iba muy en la noche y regresaba cuando el sol apenas estaba saliendo. Cocinaban juntos todos los días, salían a caminar y comprar cosas en el pueblo, hacían las tareas del día a día, Zack le contaba de su vida y lo que hacía antes de conocerlas, aunque él no entendía por qué se les hacía tan interesante.

-¡Llevamos horas aquí sentadas!- se defendió Leash con una sonrisa

-¡Ustedes fueron las que pidieron esto!- les recordó Zack, continuando los trazos de pintura en su lienzo- Ahora, dejen de moverse- les pidió con una sonrisa, sin poder en realidad enojarse con ellas.

Un mes atrás, Leash no podía creer que su madre estuviera sugiriendo quedarse, pero entonces, se dio el tiempo de ver a su madre con Zack.

Ella había visto parejas enamoradas, claro, también había visto parejas juntas sin amarse, por ello podía notar la diferencia, y también sabía que nadie se veía de la forma que su madre y su nuevo novio actuaban.

Zack y Margaret se pasaban todos sus días juntos, podían pasársela hablando por horas, o más bien, Zack hablando y Margaret escuchándolo como si fuera lo mejor que haya escuchado toda su vida, y cuando Margaret se quedaba recostada en las flores y miraba en silencio por la ventana, Zack tan solo la observaba por horas, como si fuera lo más preciado que tuviera.

Ni siquiera se tocaban, Leash jamás los había visto darse un beso o abrazarse, una vez creyó verlos rozar manos pero Zack se sonrojó tanto que se apartó inmediatamente. Y aun con esa distancia, Leash jamás había visto a dos personas más enamoradas.

-Listo- dijo Zack en voz alta, Margaret y Leash se observaron entre ellas e inmediatamente se levantaron y caminaron al otro lado del lienzo donde estuvo trabajando.

-Zack…- dijo Margaret en cuanto lo vio

Sabían que era un artista, sabían que pintaba, sabían quera bueno; pero no sabían que era así de bueno.

Era como verse en un espejo, el cuadro no estaba terminada, faltaba absolutamente todo el fondo, pero los rostros y cuerpos de ellas eran tan parecidos que podían estar viéndose en un espejo.

-¡No sabía que pintabas tan bien!- dijo Leash emocionada, sin poder quitar sus ojos de la pintura, tuvo que reprimir la tentación de tocar el cuadro.

-No fue tan fácil- admitió él- Son muy parecidas, no quería que no se pudiera distinguir entre ustedes pero también quería que fuera representativo de ustedes- comentó

-¿Y que es lo que nos distingue?- pregunto Leash con curiosidad, intentando encontrarlo en el cuadro

-Tus ojos- dijo Zack

En memoria a Leash SalazarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora