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Año: 1408

Edad: 8 años

Leash despertaba todos los días a las 5 de la mañana y era hasta las 12 de la noche que su padre finalmente la dejaba descansar y para entonces estaba abatida; eso la hacían apreciar las pocas horas de dormir que tenía.

Por ello le molestó mucho lo que fuera que había escuchado a esas horas de la madrugada, abrió los ojos con pesadez y gruño contra la almohada. Estiro su mano al buró de la izquierda y encontró su varita entre sus dedos.

-Lumus- susurró con voz ronca

Su cuarto no cambiaba mucho durante los años, pero lo único que se agregaba eran los dibujos que su madre y ella hacían cada noche antes de irse a dormir. Era una tradición que hacían desde siempre, sin importar lo cansada que estaba, siempre se alegraba de hacerlo con ella.

Fue en ese momento que se dio cuenta que la presencia de su madre es lo que la había despertado, sin embargo, mirando a su alrededor, notó que no estaba en la habitación, pero a la distancia podía escuchar su voz. Era muy tarde, no había alguna razón por la que su madre estuviera despierta y mucho menos gritando, ya que su cuarto estaba lo suficientemente lejos para escucharla, si su voz la había despertado, quería decir que estaba gritando.

Esto, más que preocuparla, la intrigo, su madre era una mujer dulce, compasiva, carismática y calmada, jamás la había escuchado levantar su voz a un tono inapropiado, parte de la etiqueta de damas que debían seguir indicaban jamás hablar sin autorización y mucho menos en un tono alto. Tomo la bata de dormir que usaba para cubrirse, y con mucho silencio, se dirigió a la habitación que sus padres compartían

-Baja tu voz Margaret- dijo su padre en un intento de moderar la situación, pero Leash pudo ver a través la pequeña abertura de la puerta que su madre no iba a calmarse

-¡Has de creer que soy una estúpida Fitzgerald, pero no lo soy y no voy a dejar que te sigas burlando de mí!- dijo señalándolo con asco, como si el simple hecho de su existencia le causará repulsión

-¡Estás actuando como una demente!- le reclamó él

-¡Cállate!- ordenó ella- Pude perdonar tu, deslice con aquella mujer e incluso aceptar a la hija que tuviste con ella, pero ahora- rio con desfachatez, como si no pudiera creer la situación- Intentas meter a ese niño en mi casa, diciéndome que es un sobrino ¡Cuando es idéntico a ti Fitzgerald!- le grito ella con lágrimas en sus ojos.

-¿Y qué esperabas que hiciera?- regresó él- ¡Desde hace años dejaste de querer estar conmigo, dormimos en camas separadas! ¡Actúas como otra persona!- le gritó con los ojos rojos de la molestia

-¡Por qué eres otra persona!- dijo inmediatamente- ¡Mírate, ya no eres la persona que yo conocí, mira lo que le haces a tu hija!- dijo señalando a la puerta, sin saber que Leash estaba ahí- ¡Estás obsesionado con palabras de una vidente que podrían ni siquiera ser ciertas!- insistió con cansancio, era más que obvio que habían tenido está discusión miles de veces- No eres la persona de la que me enamore- susurró con dolor

Margaret lo observó por unos segundos y era como si en sus ojos, apenas estuviera conociendo a aquella persona, se dio la vuelta para retirarse pero él la jaló del brazo con brusquedad, haciéndola tropezar con su vestido.

-Pues este es el hombre con el que estás, con el que vives y con el que morirás- le dijo con un tono gélido- Puede que antes hubieras sido una persona de poder ¿Pero aquí?- le preguntó con burla- Sólo eres una mujer y haces lo que yo te diga o tu preciosa hija sufrirá las consecuencias de tu insolencia ¿Me entendiste?- le preguntó

-Ya me cansé de estar bajo la sombra de mi familia y ya me cansé de estar bajo la tuya- le reclamó, su agarre en ella cada vez más fuerte- No volveré a estar bajo nadie y aquella niña- dijo refiriéndose a Leash- Es quien me traerá la gloria- sonrió con maldad

Margaret intentó soltarse de su agarre, la piel se le estaba tornando morada y por primera vez, empezó a temer del hombre que alguna vez llegó a amar.

-Yo lo di todo por ti...- dijo ella con lágrimas, intentando hacerlo recordar

-Y lo seguirás dando- afirmó él

-¿Mamá?- escucharon una voz ambos voltearon a la puerta con susto

Fitzgerald soltó a su mujer inmediatamente, pero de manera sutil, para no atraer más atención a la situación de lo que quería.

-Leash ¿Qué haces aquí?- preguntó su madre secando las lágrimas de sus mejillas.

Leash miró a sus padres con una capa que se había esforzado en evitar; sabía que había problemas entre ellos, sabía que había dos niños más en la casa, pero no sabía que eran hijos de su padre, no sabía lo agresivo que era su padre, ni la manera en la que su madre se sentía, aparentemente, había muchas cosas que Leash no sabía.

-Tuve una pesadilla- mintió

Fitz asintió con la cabeza, encontrando complacencia en saber que la niña no había escuchado mucho, pero su madre la conocía y pudo ver detrás de sus palabras.

-De acuerdo, vamos Lea, vamos a dormir- le sonrió aun así su madre, tomo la mano de su hija y sin voltear a ver de nuevo, la sacó del cuarto hacía el de ella.

El camino hacia su alcoba no era largo, pero Leash lo sintió eterno con el silencio que había entre ellas, su madre iba por delante, sosteniendo su mano, pero se detuvo al sentir que su hija dejo de caminar.

-¿Qué haces?- le preguntó Margaret, pero fue hasta que notó lo que la niña estaba viendo

"Jannette", escrito en una puerta

Y el nombre nuevo en la puerta de al lado: "Sade"

Margaret suspiró.

-Ven, vamos- le susurro, incitándola a alejarse de esas puertas y Leash obedeció.

-¿Estaban peleando por mí?- preguntó Leash en cuanto llegaron a su cuarto- ¿Estoy haciendo algo mal?- pregunto con un nudo en la garganta

Margaret miró a su hija con ternura, para su padre era una máquina de poder mágico, pero ella la veía como lo que era realmente, una niña.

-No, amor- negó ella- Tu padre y yo peleamos por nosotros, tenemos problemas pero tú no eres uno de ellos- dijo cepillando su cabello- Tan sólo tenemos ideas diferentes de lo que es lo mejor para ti- intentó explicar

-Papá...- dijo después de unos segundos-¿Papá ya no nos quiere?- le pregunto con tristeza- Dijiste que ahora tiene otros hijos, tal vez ya no me quiera a mí y por eso tiene otros hijos- insistió, con los ojos rojos.

Margaret abrazó a su hija con fuerza, quisiera poder explicarle lo que pasaba, pero era muy pequeña para entenderlo.

-Lo que haga tu padre no es tu culpa, tú no tienes nada que ver con esto, lo juro- aseguró con una mueca

Leash miró a su madre y aunque ella aún no entienda las cosas del todo, sabía que estaba mintiendo.

-Yo siempre voy a estar aquí Leash- dijo Margaret- Sin importar lo que pasé, siempre estaré contigo- dijo con una sonrisa y Leash supo que su madre hablaba con la verdad.

En memoria a Leash SalazarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora