XII

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De noche los pasillos parecían más extraños y largos; totalmente desproporcionados

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De noche los pasillos parecían más extraños y largos; totalmente desproporcionados.Estaba extrañamente oscuro para haber luz brillando en algunos rincones, pero era difícil saber de dónde provenía y tuve que empezar a pensar que las sombras setragaban la luz, hambrientas de calor y bienestar.«Los demonios están hechos de sombras».Las sombras no me habían atacado hasta ahora, no importaba lo tarde que fueracuando merodeaba por la casa. Theo les habría ordenado que me dejaran en paz.Debía creerlo o me volvería loca de miedo. Y lo hacía, en gran parte, pero el miedoseguía presente en mi espina dorsal.Salí de todos modos. Giré por un pasillo decorado con elaboradas molduras doradas y murales 

—creí que mostraba a los dioses, pero en la sombra, no podía vermás que una maraña de extremidades. Al final del mismo había una sencilla puerta demadera. ¿Sonaban más fuertes mis pasos a medida que me acercaba? Al llegar a la puerta me detuve, pero no oí nada. No salió ningún demonio de entre las sombras para matarme; no cayó sobre mí ningún castigo. Cogiendo aire, saque la llave de acero de mi corpiño, la deslicé en la cerradura y giré la manija.Abrí la puerta y vi la sombra.Durante toda mi vida, había escuchado la advertencia: «No mires a las sombras durante mucho tiempo, pues un demonio podría verte». Me hacía sentir miedo de lashabitaciones cerradas y oscuras, de los espejos con poca luz, de los bosques que susurraban palabras por la noche. Y en aquel momento comprendí que nunca había visto una sombra. Había visto objetos —habitaciones, espejos, el campo entero— sinningún tipo de luz. Pero en esta habitación no había nada excepto una perfecta y primitiva sombra que no necesitaba de ningún objeto para manifestarse. Tenía supropia naturaleza, su propia presencia; palpable, furiosa y viva. Me ardían los ojos y se anegaron mientras la observaba, pero no pude apartar la vista.Y entonces, la sombra me miró.

No hubo ningún cambio apreciable, pero me tambaleé bajo el peso de supercepción y de saber que no estaba solo. Jadeante agarré la puerta y empecé acerrarla. Apoyé todo mi peso sobre ella, pero se movía lentamente, como si la empujara a través de la miel. Cuando busqué el motivo de esta resistencia, no vi nadaal otro lado de la puerta. Cuando miré a la brecha que se cerraba lentamente, no vinada salir del marco, pero cuando miré de nuevo mis manos, por el rabillo del ojo, vi una masa de sombra sujetando el marco de la puerta con sus tentáculos.Todo sucedió en un silencio absoluto; estaba demasiado aterrorizada para chillar.Cuando la puerta estuvo casi cerrada, escuché un coro de voces infantiles. Cantaban mi nana favorita, pero las palabras no eran las correctas. 

Te cantaremos nueve, ¡oh!¿Cuáles son tus nueve, oh?Nueve para las nueve lucecitas brillantes,la noche las apagará, oh.

El sonido corrió por mi cuerpo como miles de pequeños pies fríos. Me habían enseñado hechizos contra la oscuridad, invocaciones de Apolo y Hermes. Pero las voces mordisqueaban los conocimientos en mi cabeza y yo sollozaba sin palabrasmientras luchaba por cerrar la puerta. 

PRIS AVEC LA BÊTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora