XXXIV

34 1 0
                                    

Detrás de mí escuché gritos y gente persiguiéndome, pero los perdí pronto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Detrás de mí escuché gritos y gente persiguiéndome, pero los perdí pronto. Aun así seguí corriendo: tenía que llegar al castillo antes de la media noche. Esa parte de la leyenda podía ser mentira, pero no podía arriesgarme.
Viví toda mi vida rodeada de las pistas burlonas de Los Bondadosos y las había ignorado. No lo iba a hacer nunca más.
Con el tiempo, reduje el ritmo a un mero paseo, pero me obligué a seguir adelante en la oscuridad, con las piernas doloridas, mientras subía la cuesta y el sudor corría por mi espalda. Seguía el camino

 —parecía suficientemente seguro, ¿pues quién iba aesperar que huiría de aquella manera?

—, pero no había mucha luz de luna que iluminara y me aterrorizaba perderme.Finalmente, llegué a la cima. Paré un instante, respirando con dificultad y me tambaleé al atravesar el arco en ruinas hacia los restos del castillo y me caí al suelo.El calor recorría mi cuerpo tras la subida y sentía las piernas como si fueran de lana floja; quería tumbarme en la hierba y dormir, pero me obligué a sentarme y observar. A mi alrededor no había nada excepto oscuridad y el sonido de los grillos.

—¡Bondadosos! —grité a la noche—. ¿Dónde estáis? ¿No estáis siempre listos para un trato?No hubo respuesta. Apreté los dientes y esperé. Y esperé. El sudor seco escocía sobre mi piel y temblaba por el frío. Empecé a preguntarme si me había vuelto loco y todos los recuerdos de otra vida solo eran una ilusión.O tal vez había sucedido y yo me engañaba pensando que lo dejarían salir de la caja aunque solo fuera una vez al año.

 Recordé cómo, de pequeño, había vigilado inútilmente. Había sido durante la primavera, pero tal vez no importaba la noche que fuera. Quizás la única opción que tenía de salvar al Último Príncipe estaba en aquella casa y, ahora que la había perdido, no iba a tener otra. La oscuridad bostezó a mi alrededor. Me imaginé toda mi vida sabiendo lo que había hecho y lo que había perdido; sabiendo que Theo —Sombra—, mi marido,estaba sufriendo en la oscuridad y nunca sería rescatado.

Y entonces lloré de nuevo, pero solo un poco; me sequé las lágrimas y me dispuse a esperar. Contra toda esperanza, recordé. No podía rendirme. Si tuviera que hacerlo,volvería a aquel lugar cada noche durante el resto de mi vida. Sabía lo mucho que le amaba y qué tenía que hacer y, por una vez, lo que quería estaba bien: nada en el mundo podría quebrarme.

Pero podía quedarme dormido.Me mantuve despierto durante largo rato. Me senté muy erguido, forzando mis ojos mientras miraba en la oscuridad, otras veces me levantaba y daba saltos,moviendo las manos en el aire para calentarlas y mantenerme despierto.Pero al final estaba tan cansado que ni podía pensar. 

Creí que no pasaría nada si apoyaba la espalda contra las piedras un minuto; pensé que solo descansaría los ojos,pero me dormí.El sonido de un pájaro me despertó; alto y puro. Me sobresalté, con el corazón latiendo con fuerza, mientras recordaba mi charla con el gorrión.Entonces oí los cascos de caballos en la oscuridad y vi un destello de luz a través de los árboles.En un instante me puse de pie, escondiéndome en un rincón de las ruinas. Los vi salir del bosque y adentrarse en las ruinas: una tropa compuesta por personas hechas de luz y aire, montando caballos hechos de sombras 

—sin embargo, parecían más sólidos, nítidos y reales que las piedras y los árboles a su alrededor. No llevaban antorchas, pero el viento y la luz se arremolinaban a su alrededor; las hojas de los árboles rieron al pasar y ellos rieron y cantaron en respuesta. Excepto uno. Montaba un caballo brillante, quizás porque no salía luz de él mismo. Las sombras cruzaban su rostro y estaba encorvado y silencioso.Los caballos se detuvieron. La mujer al frente desmontó y también lo hizo e lhombre en las sombras. Se volvió hacia él.

—Mi señor —dijo ella con una voz parecida a un rayo de sol atravesando el hielo

—. ¿Estáis satisfecho?Asintió sin decir palabra.

—Entonces volved a vuestra oscuridad. 

—Le tendió una caja. Él la cogió con una mano.Entonces, me abalancé sobre él.Caímos juntos al suelo. Traté de alejarme, pero no llegué muy lejos, pues luchó contra mí como si yo fuera los Hijos de Tifón. No hizo más sonido excepto un gruñido desesperado mientras me golpeaba y arañaba la cara.

—Idiota —gruñí—. Soy tu esposa.Se quedó inmóvil.

—¿Crees que voy a dejarte escapar? —exigí y lo acerqué más. Se acurrucó contra mí y permaneció entre mis brazos.La mujer me miró. Era la misma que había visto negociar con él años atrás.

—¿A qué se debe este descaro? —preguntó. Su voz era la misma que me habló en la oscuridad, instándome a que acabara con él.

—Tú —le espeté

—Le engañaste.

—Hemos cumplido nuestro acuerdo —dijo ella

—En su momento el que era y en el que es. Y además, le hemos mostrado mucha benevolencia. Una noche al año, ledejamos salir para que vea las estrellas y vea que su gente está a salvo.

 Una noche al año, ledejamos salir para que vea las estrellas y vea que su gente está a salvo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
PRIS AVEC LA BÊTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora