XI

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Por supuesto, fui directo a la habitación del espejo, pero ninguna de las llaves encajó en la cerradura del centro del espejo, por lo que salí a buscar otra puerta

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Por supuesto, fui directo a la habitación del espejo, pero ninguna de las llaves encajó en la cerradura del centro del espejo, por lo que salí a buscar otra puerta. Aquel día parecía que la casa estaba de mi parte: encontré habitaciones que nunca había visto,una tras de otra, y puertas que aún no había abierto. Pero mis llaves nuevas no abrieron ninguna de ellas.

Finalmente, encontré una habitación llena de jaulas de pájaro doradas vacías,colgadas de unos hierros con forma de ramas de árbol en un bosque de delicada cautividad. No vi más puertas y me dispuse a marcharme, pero entonces escuché el gorjeo de un pájaro, tan débil que, por un momento, pensé que me lo había imaginado.Recordé el Lar en forma de gorrión. Era a Harry a quien le gustaba ver augurios en el vuelo de las bandadas; no a mí. Pero aun así, me di la vuelta y observé la habitación una vez más. Y entonces vi una puerta en la esquina izquierda, detrás de una pila de jaulas, donde un momento antes solo había una pared.Era una puerta pequeña tan normal —baja y estrecha, apenas lo suficientemente alta para pasar sin agacharme, hecha de madera y pintada de gris pálido—, no me diomiedo mirarla.

Siempre que veía la casa transformarse así, se me erizaba la piel. No era lo más extraño que había visto, pero aun así me sentía indefenso, con la creciente sensaciónde saber que la casa podía matarme cuando quisiera.Pero no lo había hecho. Lo más probable era que  Theo no se lo permitiera. Y siel gorrión quiso que me diera la vuelta, entonces... Seguía sin tener garantías de que fuera algo bueno, pero me había dado unos minutos de tranquilidad y era más valioso que lo que la casa había hecho por mí. 

Me abrí camino a través de las jaulas y probé con mi llave. No funcionó. Luego probé la de acero y empezó a girar, pero no se abrió. Finalmente probé la dorada.La cerradura cedió y se abrió.Entré.Lo primero que noté fue el intenso olor a madera y papel polvoriento: el olor del estudio de Padre. Aquella habitación se parecía mucho solo que era más grande quecualquiera que hubiera visto antes. Era redonda, panelada con madera oscura y mosaicos entrelazados de color azul oscuro en el suelo. Había varias mesas con pilas de libros y papeles, y objetos curiosos en las esquinas de la habitación, entre ellos había estanterías bajas. El techo era una cúpula, pintada del mismo color apergaminado que el cielo. La lámpara colgaba de un armazón de hierro forjado conla forma del Ojo de Demonio. Alrededor de la base de la cúpula estaba escrito, enl etras doradas: COMO ARRIBA ES ABAJO, COMO ABAJO ES ARRIBA —el gran principio de la Hermética.Pero lo que había en el centro de la habitación fue lo que captó mi atención; una gran mesa redonda cubierta por una cúpula de cristal y dentro una maqueta de Slytherin.Me acerqué lentamente. Estaba tan delicadamente detallada que sentí que se desmoronaría si respiraba cerca, a pesar del cristal. Allí estaba el océano, elaborado con vidrio de colores, brillando como si fuera agua de verdad. Las montañas del sur,salpicadas de entradas a minas de carbón. 

El río Severn y la capital, Ciudad Sardis,medio en ruinas por el gran incendio que hubo veinte años atrás. Mi pueblo, en elextremo sur, cerca de las ruinas que parecían desde fuera la casa de Theo.Me acerqué más. Al centrarme en mi pueblo, algún truco del cristal hizo que estecreciera. Vi techos de teja y paja, la fuente de la plaza principal, mi propia casa y la roca en la que me había casado. Todo era perfecto hasta el último detalle. Miré con avidez mi casa hasta que el aumento me provocó dolor de cabeza.Me aparté de la maqueta. En la mesa más cercana había un pequeño cofre demadera de cerezo, de color marrón rojizo. No tenía cerradura, solo un simple cierre,sin más adornos que una pequeña inscripción dorada sobre la tapa. Lo cogí y miré labrillante letra cursiva: «como dentro es fuera, como fuera es dentro». Otro precepto de la Hermética. 

PRIS AVEC LA BÊTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora