XXXVII

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La línea de la mandíbula era la misma que recordaba haber besado

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La línea de la mandíbula era la misma que recordaba haber besado. Pero nunca lo había hecho, no en esta vida y no era exactamente el mismo hombre.Desde que lo había recordado, la noche anterior, no tuve tiempo de pensar en nada más excepto en lo que había hecho y la terrible necesidad de hacerlo bien esta vez.
Ni siquiera me había preguntado cómo sería ahora que estaba completo y unido de nuevo. Ahora no podía pensar en nada más. Había amado a Theo y en cierto modo, amé a Sombra. Ambos me habían querido a su manera. ¿Pero Theodore  Nott Slytherin? ¿Qué éramos el uno para el otro? Abrió los ojos y se enfocaron en mí. Los tenía de un azul brillante, las pupilas completamente humanas, pero no eran exactamente los ojos de Sombra; la forma en que me observaba a contra luz, con todo el rostro arrugado por la expresión, era exactamente el rostro de Theo.

Entonces, sus labios se curvaron en una leve sonrisa y tocó mi cara. Apreté su mano contra mi me jilla y la sostuve; sus dedos eran cálidos e increíblemente reales,pero más ásperos de lo que recordaba. Sostuve su mano para examinarla y vi que sus palmas y las yemas de los dedos estaban cubiertas por una red de pequeñas y pálidas cicatrices.

—Es real —susurró, sentándose.

—Sí —dije.

—Eres real. Pensé... Empezaba a pensar... 

—Estaba temblando de nuevo. La vergüenza se extendió por mi cuerpo, pero lo abracé, sosteniéndolo en mis brazos mientras nos tumbábamos de nuevo sobre la hierba.

—Lo siento —dije—. Lo siento mucho.Pero la única respuesta que obtuve fue su cara enterrándose en el hueco de micuello, manteniéndonos juntos durante un largo rato, hasta que al fin susurró en mi oído.

—Al menos no eres tan tímido como cuando nos conocimos.Estuve a punto de decirle, «¿Necesito recordarte lo acostumbrado que esto y a ti?» —y entonces me senté de golpe, con la piel ardiéndome. Recordé todo lo que habíamos hecho, recordé cómo había sido el hombre que se sentía a gusto en sus brazos, sin embargo, sabía que nunca había tomado las manos de un hombre y mucho menos besado. Los recuerdos se enredaban en mi garganta y apenas podía respirar.Y entonces me di cuenta de que lo había dejado caer sobre el suelo.

—Lo siento —le espeté, esperando no haberle hecho daño.Pero estaba sentado de nuevo, con las manos echadas hacia atrás sosteniéndolo y la cabeza inclinada hacia un lado. Era exactamente el tipo de postura que tendría Theosi estuviera sentado aquí.

—Me has salvado —dijo en voz baja. La cadencia de su voz sonó extraña: me resultaba familiar pero no era exactamente la de Ttheo o Sombra—. Me has salvado y creo que cubre casi la mitad de tus pecados. Bufé.

—Creo que llego un poco tarde.

—Mejor que nunca —dijo—. Además, me lo merecía. Te traicioné, ambas partes de mí lo hicieron. —Apretó la boca en una fina línea antes de susurrar suavemente

—.Yo también lo siento. Perdóname.Ninguno de los dos se había disculpado con tanta fuerza antes. La persona que observaba era alguien diferente, pero yo también lo era. Y si él, dividido durante tanto tiempo, podía juntarse y recordar lo mucho que me quería, yo podría hacer lo mismo por él.—Bueno, al menos erais los dos guapos.Cogí su mano de nuevo; nuestros pulgares se rozaron y al instante estábamos besándonos.Cuando finalmente nos detuvimos, 

Theo dijo:—¿Qué viene ahora?Miró a su alrededor, observando las ruinas como si las viera por primera vez.Me aparté el pelo de la cara e intenté pensar en algo más allá del calor que desprendía su brazo al rededor de mi cintura.

—Bueno, deberíamos decirle a alguien que estoy vivo, ya que anoche me escapé.Y será mejor que nos preparemos para recibir una reprimenda ya que dejé plantado aTom-el-Solitario... 

—Recordé que el mundo que él conocía no tuvo aquella tradición—En el festival, ellos...

—He visto la festividad. —Su voz suave detuvo el aire en mis pulmones. Pero luego continuó—. ¿Así que ibas a casarte con otro hombre? No puedo dejarte solo ni un minuto.

—Entonces no lo hagas —dije—. No vuelvas a dejarme nunca más. Acababa de provocar el escándalo que había intentado evitar durante toda la semana, sin embargo, con el cielo azul sobre nosotros y mi increíble marido de ojos azules a mi lado, no me importaba nada.

—Vamos. —Tomé su mano y me levanté, tirando de él conmigo—. Vamos a casa.¿No estás cansado de estar en esta?Me referí a ella con voz ligera, pero él miró alrededor, observando las ruinas iluminadas por el sol, con ojos solemnes.

—Es extraño —dijo—. Creo que la echaré de menos.Me di cuenta de que en cada vida que vivió, aquel fue su único hogar y nunca lo había dejado.

—Echo de menos odiar a mi hermano —dije, tirando de él hacia el arco de la entrada—. Ahora es un poco más perverso, así que ni siquiera puedo odiarlo por ser amable.Pero cuando estábamos cerca del umbral, se detuvo de nuevo y esta vez el miedo mudó su rostro.

—¿Te das cuenta... —dijo—, de que no recuerdo cómo es ser alguien que no sea un señor de los demonios y su sombra?

—Yo sigo sin ser muy bueno en otra cosa que no sea ser el hermano malvado. 

—Tomé la otra mano.«Un puñado de bondad», dijo el gorrión, y ahora cada uno tenía dos.

Ambos seremos tontos —dije

—, y viciosos y crueles. Nunca estaremos a salvo con el otro.

No te esfuerces mucho en ser feliz. —En lazó sus dedos con los míos.

Pero vamos a fingir que sabemos amar —le sonreí

, y algún día aprenderemos. Y atravesamos el arco juntos. 

FIN

PRIS AVEC LA BÊTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora