XXXVI

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Más puros y nada en vosotros es puro

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Más puros y nada en vosotros es puro. Odiarás y destruirás a los demás convirtiéndote en tu propio monstruo.Sus palabras se clavaron en mí.
Cada una de ellas era verdad. Ninguno de los dos tenía el corazón puro y por tanto, ninguno de los dos era lo suficientemente fuerte para derrotar la oscuridad. Incluso en este nuevo mundo

 —más amable que el que recuerdo—, la cólera y el egoísmo seguían presentes en mi corazón. Terminaría odiándolo y haciéndole daño y no habría nada que pudiera hacer para evitarlo.Ese había sido el error de Theo novecientos años atrás, pensar que podría negociarcon Los Bondadosos para convertirlo en alguien bueno. Era la idiotez de todos los que habían tratado con ellos, pensar que si encontraban el precio adecuado para el poder adecuado, serían capaces de conseguir sus deseos.

Lo sabía mejor que nadie: no había poder que pudiera comprar o robar lo que me salvara de mi propio corazón.Pero podía estar con él. No necesitaba ningún poder para sufrir lo mismo que él.Una de las manos de Theo tomó la mía y, aun sabiendo que estaba diciéndome «No», su agarre me dio la fuerza para mirar a la mujer a los ojos y susurrar:

—Aun así, mantendré mi promesa. Donde muera él, moriré yo. Y allí seré sepultado. Y con una canción, el gorrión se posó en mi muñeca.

«Un puñado de bondad», les dijo a Los Bondadosos. «La respuesta a vuestro enigma».

El suelo se inclinó de bajo nuestro y de repente estábamos tendidos, bañados por la luz en el jardín en el que había conocido al gorrión. Los Bondadosos brillaban con un resplandor doloroso, pero no aparté la mirada.

«¿No sois los señores de los tratos?», dijo el Gorrión. «Mantened este, entonces».

«No es un trato», dijo la mujer. «Es una rebelión contra los negocios. Sedestruirá en su concesión. Nos destruirá a nosotros en su concesión».

«Sí», dijo el gorrión. 

«Mantenedlo».«Se lo merecen», gruñó la mujer. Su rostro seguía siendo humano, pero como sifuera un nudo en el tronco de un árbol con forma de cara humana. Un leve parecido.

«La oscuridad y las sombras; ambos las llevan en sus corazones y no merecen nada más».Theo levantó la cabeza de mi hombro y miró a Los Bondadosos.

—Ambos... lo aceptamos —dijo con voz ronca.

«Idos», dijo el gorrión. «Idos. No podéis soportar tanta bondad».Algo resonó. Algo parecido a un grito y a la vez al silencio infinito y entonces los Bondadosos se habían ido, como una onda en el agua. Las hojas crujieron y setornaron llamas vivas.

«No lo olvidéis», dijo el gorrión. La hierba se incendió

.—¿Olvidar qué? —pregunté.Saltó en el aire y flotó, con sus alas zumbando en un borrón a su alrededor.

«Tu trato significa la muerte de su poder. Si sigues, quizá encuentres el camino devuelta».El aire se convirtió en luz líquida. El suelo tembló bajo nosotros y luego se derritió. Caímos en la profundidad infinita, con el fuego vertiéndose sobre nosotros en grandes y coloridas corrientes, arremolinándose y gritando en la oscuridad.En la oscuridad nos esperaban los Hijos de Tifón, riendo y cantando mientras se arremolinaban a nuestro alrededor. Al igual que otras veces, su canción me dejó temblando, indefensa ante el horror. Y nos devoraron: se arrastraron bajo nuestra piel,cayendo desde nuestros ojos como lágrimas, burbujeando en nuestros pulmones hasta dejarnos caer en el infinito helado de las sombras. Excavaron en mí hasta que solo fui un cáscara apergaminada sin sentido. Pero no importaba cuánto apartaran todo mi significado, seguía teniendo a Theo en mis brazos y yo era suyo.

El fuego rugía sobre nosotros. Se enredaba en nuestro pelo, alrededor de nuestrasmuñecas y rostro, intentando deshacernos en pedazos. Me quemaba la piel, aún más que en el Corazón de Fuego y aun así, era más doloroso cómo ardía en mi mente.Quemaba mis recuerdos, llevándose su nombre y el mío, mis dos pasados y todas mis esperanzas, el cielo y el gorrión junto con el resto del mundo. 

Me aferraba a alguien que no conocía, ni me imaginaba que pudiera conocer, pero sabía más allá de toda duda, que él era mío.Caímos hasta pensar que llevábamos toda la vida cayendo y aun así seguimos cayendo, pues no existía más allá del caos de fuego y sombras.Pero me aferré a él.Y él a mí.Me desperté con los rayos de luz del sol de la mañana y el cantar de los pájaros en mis oídos. Estaba tendido en el suelo, rígida por el frío y el dolor, pero había alguiena mi lado.The.

Me envaré de golpe, pero no me atreví a moverme. No era posible que estuviera allí: el príncipe con el que había soñado, ahora era real. El marido al que había traicionado, rescatado. El fantasma prisionero, entero. Sin embargo así era; yacía acurrucado de lado, con el pecho moviéndose suavemente bajo su respiración y parecía que podría desvanecerse si me movía.Así que permanecí quieto, mirándolo. Tenía el mismo rostro esbelto y hermoso que recordaba haber visto en ambos hombres. Su piel era sorprendentemente pálida,pero una palidez humana, no el lechoso blanco fantasmal de Sombra. Su pelo era negro, pero estaba enredado como nunca lo había estado el de Theo. 

 

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