XXIV

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Necesitábamos una habitación en la que poder encender velas -en caso de que la oscuridad pudiera matarme- y la biblioteca no era una opción

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Necesitábamos una habitación en la que poder encender velas -en caso de que la oscuridad pudiera matarme- y la biblioteca no era una opción.Aquello significaba que necesitábamos a Padre de nuevo. Me explayé un poco más de lo debido comprobando los libros de la biblioteca, intentaba reunir el coraje necesario. No tenía ganas de gritarle de nuevo lo mucho que le odiaba ni que me mirara de la forma en que lo había hecho Harry. Tampoco quería aparentar que todo iba bien. Por encima de todo, quería que besara mis pies, rogara mi perdón y revelara que me había amado siempre, pero sabía que todo aquello era simplemente imposible.Resultó que nos estaba esperando fuera. Se me erizó la piel solo de pensar en lo que podría haber escuchado por casualidad, sin embargo, lo miré con los hombros rectos y la cabeza bien alta.

-Neville, yo... -empezó.

-Padre -le interrumpí. Quise decir algo escueto y digno, que le mostrase que estaba lejos de preocuparme por él, pero en su lugar mis palabras tropezaron unas conotras

-. Casi hemos encontrado la forma de destruir al Bondadoso Señor. Requerirá que experimentemos esta noche, por lo que agradecería nos dejaras una caja de velas.Mañana emprenderé mi camino y, si todo va bien, por la tarde habré cumplido con mi cometido. Por supuesto, es muy posible que no vuelva, así que espero que entiendas que me siento orgulloso de morir por mi familia y la mento las palabras que dije antes.Entonces paré. Pronuncié cada palabra con alegre precisión, pero por dentro,gritaba un: «Por favor, quiéreme, aunque solo sea una vez».Padre cerró la boca. Su mirada vaciló de mí a Harry y de vuelta a mí.

-Venía a preguntarte si vas a bajar a cenar -dijo finalmente-. Pero por supuesto, tendrás las velas que quieras.

-Oh -dije, sintiéndome como un idiota.

-¿Vendrás? -preguntó.Las lágrimas anegaron mis ojos, haciéndome sentir aún más idiota.

-Por supuesto -dije entre dientes.Fue una comida atroz. El retrato de Madre situado sobre la cabeza de Padre nodejó de mirarme. El cordero asado y los higos sabían como si tuviera ceniza en la boca. Los sirvientes estaban aterrorizados solo con verme; caminaban de puntillas y salían de la habitación con los ojos muy abiertos. Tío Remus no estaba.

-No se encuentra bien -dijo Padre, mirándome de reojo. Nos esforzamos al máximo para mantener una conversación, pero teníamos un acuerdo tácito de no mencionar al Bondadoso Señor ni mi destino, así que no quedaron muchos temas más. A medida que los silencios fueron creciendo y durando más, me di cuenta deque la mayoría de nuestras cenas habían consistido en Tío Remus proponiendo un tema y divagando sobre él y Harry parloteando sobre su día.De segundo plato nos trajeron manzanas y recordé la torre de manzanas que Theo intentó en levantar -condenada a derrumbarse-, y no pude hablar. Derepente, aquel momento improvisado me pareció un acto de confianza mayor quedarme el anillo y un pensamiento horrible apareció en mi cabeza: «Él confía en mí y yo voy a traicionarle».

Harry puso su mano sobre la mía. Me sonrió de una forma que no supe si era para reconfortarme o para amenazarme. Padre metió la mano en la cesta de la fruta y cogió una manzana.-La simetría de una manzana es algo curioso -dijo-. ¿Te he hablado de la monografía que se publicó la semana pasada?«No, estaba demasiado ocupado besando al hombre que mató a tu mujer», pensé,pero aún había cosas que me negaba a decir, así que levanté la barbilla y le dije:-No. Hazlo.Durante el resto de la cena, Padre mantuvo la conversación. No se disculpó. Nome rogó que me quedara, ni me dijo que me quería, ni siquiera preguntó si era capaz de llevar a cabo mi destino. Habló de las últimas anécdotas en la investigación de la Hermética y cosas de sus colegas, todo ello sin aludir a la misión central de losResurgandi. Por como hablaba, podrían haber sido una sociedad inofensiva dedicada a la investigación, sin ningún objetivo secreto más allá del conocimiento puro.Al terminar, el sol se había puesto y solo quedaba un simple resplandor en el horizonte, a nuestra izquierda. Mi piel se erizaba cada vez que observaba una simple sombra, pero de momento solo era mi miedo.

Llegó el momento de subir a la buhardilla donde realizaríamos el experimento,del cual no le habíamos dicho nada a Padre, a excepción de que necesitábamos velas.Una de las criadas había dejado una caja llena de velas de cera de abeja. Mientras Harry empezaba a subir las escaleras linterna en mano, yo vacilé abajo. No queríairme, pero tampoco quería quedarme allí con silencios incómodos y verdades insoportables que no se podían decir.

-Buenas noches, Padre -dije, dándole la espalda.

-Neville-dijo en voz baja y me volví sin pensármelo-. Ojalá no tuvieras que irte.Mi corazón dio un vuelco. Por un instante me sentí como si estuviera flotando,pues era más de lo que nunca me había dicho. Entonces, el silencio me golpeó denuevo, pues no dijo nada más y, en lo más profundo, sabía que nunca lo haría.

-No importa. -Las palabras salieron de mí como piedras lanzadas. Me obliguéa sonreír y hablé en voz más baja-. Nuestros deseos no importan. Debemos detener al Bondadoso Señor y yo soy quien debe hacerlo.No le estaba perdonando, lo suyo tampoco fue una disculpa. Asintió, endureciendo el rostro. Puso una mano sobre mi frente y susurró.

-Ve con la bendición de Hermes, señor de la ida y el retorno.Era una bendición estándar, la podía haber realizado cualquier autoridad: un padre, un maestro, un gobernador.Me obligué a sonreír.

-Ave atque vale -dije. Era la despedida tradicional que daban los Resurgandiantes de emprender un experimento Hermético complicado y peligroso.Entonces me di la vuelta y seguí a Harry por las escaleras. No pensé que lo sintiera, pero tampoco podía culparle de todo a él. Yo amaba al Bondadoso Señor y tampoco lo sentía.

-Solo si parece que me estoy muriendo -le recordé a Harry.-¡Lo sé! -Me miró, enfadada-. ¿Crees que soy demasiado tonto para recordarlo, o demasiado débil para verlo?Me incliné hacia adelante y suspiré.

-Ni lo uno ni lo otro -dije. Miré las tablas del suelo y me admití que tenía miedo de que no encendiera las velas, de que se sentara y me viera sufrir con aquella sonrisa que había aprendido en mi ausencia. Supuse que no podía quejarme si lo hacía: yo se lo había hecho a Theo y estaba a punto de hacerle algo mucho peor.Si era demasiado cobarde para soportar el destino que yo misma había dado,entonces realmente era despreciable. Estábamos bajo un techo que se inclinaba hasta tocar el suelo, al otro lado de la habitación.

No había luces, excepto la linterna de Harry y, en su luz vacilante, la habitación se deformaba hasta parecer el comienzo de una pesadilla. Harry sea comodó junto a la puerta, encendió una vela y apagó la linterna. La vela proyectaba sombras sobre su solemne rostro, pálido ahora, pareciendo el de una extraña estatua.No dudaba de que me dejaría sufrir todo lo necesario hasta que encontrara una respuesta.Me senté con la espalda recta, cerrando los ojos, pero esperar a ciegas era insoportable, así que volví a abrirlos y no pude soportar ver el rostro de Harry, así que miré las esquinas en penumbra. Al estar por fin sentada, me di cuenta de que estaba realmente cansado; los ojos me escocían y mi visión vacilaba. Me pareció verlas sombras empezar a moverse una y otra vez, y el terror sacudió mi cuerpo.

 Me pareció verlas sombras empezar a moverse una y otra vez, y el terror sacudió mi cuerpo

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