XIX

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Al despertarme de nuevo ya era de día

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Al despertarme de nuevo ya era de día. Theo ya no estaba acurrucado a mi lado sino sentado al borde de la cama con los brazos cruzados. Al moverme, levantó unaceja. 

—¿Te encuentras mejor? —preguntó.Me incorporé. Me mareé por un momento. Cogí aire varias veces y lo solté. Theo intentó sostenerme por el hombro, pero lo aparté de un manotazo. 

—Estoy bien —dije. La cabeza dejaría de dolerme en algún momento

—. ¿Qué ocurrió?La expresión de Theo cambió. 

—Esa cosa... —hizo una pausa—. Sombra intentó matarte. Te encontré gritando.Lo he encerrado.Parpadeé observando la colcha azul sobre mis piernas. 

—No —dije, pues no podía ser así. Sucedió algo más. 

—Te llevó al Corazón de Fuego. —Su voz fue como una piedra rompiendo mis pensamientos

—. No es sitio para los humanos y él metió todo su poder en tu cabeza.«Miraste a los ojos a los Hijos de Tifón y sobreviviste». La voz de Sombra serepetía en mi cabeza. «Eres nuestra única esperanza». 

—No —dije de nuevo, recordaba más que fuego y muerte. Recordaba al chico de ojos azules, una tapa cerrándose con fuerza y un pájaro... 

—Se jactó de haberlo hecho antes. —Theo sonaba asqueado. 

—Estoy bien —le solté, pues el demonio al que tenía que derrotar no tenía derecho a preocuparse por mí.Ni el príncipe perdido tenía derecho a intentar matarme. Pero sabía que Sombra solo intentaba hacer algo más. Sabía que había tenido éxito, pero las visiones habían dejado mi mente tan turbada que no podía recordar. 

—Me desperté antes. ¿Qué dije? 

—Balbuceaste —Theo se inclinó hacía mí—. Y luego te dormiste, si no te habría atado igualmente. Por cierto, no te permito que salgas de la cama. 

Nunca me diría qué dije —seguramente no lo recordaba—, o tal vez no dije nada comprensible. Pero al levantarme la primera vez, lo supe. Recordaba que lo sabía,pero no podía recordar qué sabía. 

Había visto el Cataclismo. Eso sí lo sabía. Vi el momento en el que Slytherin fue apartada del mundo y encerrada bajo una cúpula apergaminada. Pero no podía recordar cómo era antes.

 Qué había sucedido.«No puedes salvar a nadie si no sabes la verdad». Theo limpió mi mejilla con el pulgar, me di cuenta de que había estado llorando.

 —No dejaré que te haga daño —dijo en voz baja. 

—Te odio —dije entre dientes.Rio y se marchó en busca de mi desayuno. Esperé hasta que el eco de sus pisadas muriera y rompí en sollozos, en parte por la horrible verdad que no podía recordar,pero sobre todo por el hombre en el que había confiado.Durante los siguientes tres días, me recuperé. Aunque Theo dejó de decirme que me quedara en la cama tras tirarle una jarra de agua a la cabeza —fallé, apropósito—, tuve que obedecerle de todos modos. 

PRIS AVEC LA BÊTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora