Chica de los billares

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Otra noche de billar con los amigos de siempre, en el local de siempre. Habíamos tenido un día bastante cansado, dando un montón de vueltas innecesarias por la ciudad buscando algo que ya ni siquiera recuerdo lo que era de la poca relevancia que realmente tenía. 

Pero ya estábamos ahí de nuevo. El dueño del bar hasta se había quedado con nuestras caras. Y nosotros nos habíamos quedado con la cara de cierta chica que llevaba un rato mirándonos jugar, incluso parecía estar husmeando nuestra conversación, pues se reía con nosotros. Estaba sentada junto a la mesa más próxima a la de billar, donde nosotros estábamos. En su mesa tan solo había una taza que parecía haber contenido previamente un barraquito.

Cuando terminamos nuestra segunda partida y estábamos dispuestos a empezar una tercera, nos pusimos de acuerdo en ofrecerle una invitación a aquella cotilla para jugar con nosotros, así éramos dos contra dos, además. Por algún tonto motivo que tampoco recuerdo, me tocó a mí hacerle dicha propuesta, así que, mientras las bolas de billar estaban nuevamente cayendo, me acerqué a aquella chica y le propuse amablemente jugar con nosotros. Tras un pequeño lapso de tiempo en el que pareció quedarse en shock, aceptó con algo de nerviosismo. 

En el momento en el que se levantó, pude apreciar mejor cómo era físicamente. De mi altura, pelo más o menos de mi misma longitud, pero más oscuro. Los ojos más comunes que podían verse por toda la isla, ni muy delgada ni muy rellena, y con proporciones normales. En definitiva, nada a destacar más allá de que se veía bastante más nerviosa que cuando nos estaba observando desde su comodidad. 

Sin embargo, para nuestra agradable sorpresa, pasados unos minutos ya parecía haberse calmado y se soltó bastante con nosotros. Tenía un nombre común, no recuerdo si Laura, María, Ana, una mezcla de dos de ellos o si ni siquiera era ese, ya que nos mencionó que no le gustaba demasiado su nombre y solían referirse a ella como Aury. 

Nos habló muy por encima sobre qué estudiaba, qué hacía en su tiempo libre y congeniamos en algunas cosas. De hecho, en algún momento hizo mención a su exageradamente elevada cantidad de tiempo libre, por lo que nos ofrecimos a quedar con ella en algún otro día. Y lo que parecía ser una propuesta de dudosas intenciones, ella se lo tomó como debía ser, una propuesta de intenciones lúdicas y, a su vez, de relajarse y pasar el rato. Sin mucha más complicación, aún en medio de la partida, nos dictó su número de teléfono y los tres nos lo anotamos. 

No sé por qué, pero algo dentro de mí pensó que sería gracioso añadirla como "Billiards Girl", y así la dejé. Si en algún momento me olvidaba definitivamente de su nombre o apodo, me quedaría con el primer recuerdo que tuve a su lado que, si bien no suele ser el más representativo de una persona, sí suele ser el más persistente en la memoria. 

Los tres pensábamos que ella estaba esperando a alguien, pero no, nos corrigió al decirnos que solía ir a ese local en concreto para irse a tomar un barraquito, porque no le gustaba quedarse siempre en casa. Si bien tampoco era fan de salir sola a ningún sitio, las vistas al mar que tenía el bar, además del precioso atardecer que se podía ver desde él, compensaban el que tuviese que estar sola. Aunque, esta vez, nos había conocido a nosotros. Ella parecía tener el mismo problema con los nombres que yo, todo sea dicho. Tardó unos segundos con cada uno para repetir nuestros nombres. 

Se dio la casualidad de que no vivía demasiado lejos de donde vivíamos nosotros. Su intención era volver a casa en transporte público, pero con la cercanía, nuestro amigo el chófer se ofreció a dejarla por la zona. Nos agradeció bastante para que fuese un asunto tan trivial, y nos quedamos hasta una noche un tanto más profunda. 

Tras unas horas pasadas desde la medianoche, volvimos cada uno a casa. No recuerdo cuántas partidas al billar nos echamos, pero recuerdo que luego estuvimos cerca de una hora y media charlando. La chica tímida que tuvo un pequeño ataque de nervios al ser invitada a una partida de billar abrió sus pensamientos y resultó estar pasando por un mal momento. Al hacer alusión a esto último, nos agradeció por haberle mejorado el ánimo. A los tres no nos pudo parecer mayor tontería ese agradecimiento. A fin de cuentas, lo habíamos pasado bien también y teníamos a una nueva amiga que parecía dispuesta a apuntarse a un bombardeo. 

Al empezar a caminar rumbo al coche, los otros dos se quedaron algo juntitos, como siempre hacen, y aquella chica recién conocida se quedó un poco a mi lado. Nada extraño, realmente, mas su compañía era realmente agradable. Parecía tener algo de frío, así que le puse sobre los hombros mi camisa que había comprado hace poco para una situación que ella seguramente ni siquiera tendría en mente. Ni siquiera le pregunté si la quería, ya que seguramente habría dicho que no, por más que después me agradeciese el detalle. 

Pareció preocuparse por si yo tenía frío, pero le dije que soporto muy bien las bajas temperaturas y que la ropa cálida la uso por comodidad, no por utilidad precisamente. Pareció animarse un poco, ya que sonrió y dijo que se iba a quedar la camisa para que no pasase frío de vuelta a casa. Indiferentemente, le dije que mientras me la devuelva la siguiente vez que nos veamos, podía hacerlo. Me tomó la palabra y se abrochó la camisa con cierto entusiasmo.

Llegamos al coche y, como siempre, la otra de siempre tenía que ir de copiloto a la vuelta, así que me senté yo atrás con la usurpadora de camisas. Parecía estar cansada, ya que a los pocos minutos recostó su cabeza sobre mi hombro derecho. Yo no le di demasiada importancia, no eran pocas las personas que me usaban cual almohada, aunque estaba totalmente seguro de que esos dos iban a empezar a emparejarnos a nuestras espaldas como si volviesen a ser adolescentes. No eran los más adecuados para hacer algo así, pero tampoco les iba a quitar el derecho de pensar ello.

Ahora solo hacía falta echar unas cuantas partidas más al billar.


Noviembre de relatos #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora