Condenado Morfeo

1 0 0
                                    

Ha vuelto a pasar... Astros, ser supremo, energías, electricidad, impulsos, lo que sea, devolvedme lo que estaba experimentando, por favor. Quiero revivir ese escenario, quiero volver a ver a esa persona, quiero volver a sentir ese cariño, quiero volver a notar esa calidez... Aunque esté en mi mundo onírico.

De nuevo, no es en la calle donde encuentro a esa persona, ni tampoco en algún sitio concurrido, ni mucho menos en mi casa. De todos los lugares posibles, tanto reales como digitales, en los que podría encontrarme con esa persona a la que el mundo denomina "persona especial", he ido a encontrármela en sueños, justo en el único lugar en el que puede que jamás me la vuelva a encontrar, y donde jamás volveré a saber de ella. 

Seguramente, hace unos años tampoco me importaría demasiado haber tenido un encuentro así en el mundo de Morfeo, pero ahora mismo... Me haría falta algo así en la realidad. Ni siquiera sé quién era esa chica que se apareció de una noche para otra. Tampoco recuerdo de todo el escenario, aunque sí algunos detalles. Recuerdo... Recuerdo que sentía conocer a esa persona de toda una vida, aunque su rostro no me suene de nada. Tal vez una amiga de la infancia. Recuerdo que me lo pasaba muy bien con ella y que, al parecer, solíamos estar bastante rato jugando a la consola. 

Estábamos en lo que creo que era su cuarto. No muy espacioso, pero tampoco demasiado pequeño. Tal vez unos 8 metros cuadrados. El suelo creo recordar que era de parqué, las paredes, contra todo pronóstico, no eran gotelé sino lisas. Además de eso, poco más recuerdo. Había un armario y alguna estantería, o eso me parece. No caigo en si la televisión que estaba enfrente de nosotros estaba sobre una mesa o directamente anclada en la pared. Recuerdo que esta sí que era bastante grande, de unas 30 pulgadas por lo menos.

Más concretamente, estábamos los dos acostados en su cama. Era una cama individual, pero había espacio para ambos si nos abrazábamos, cosa que estábamos haciendo y parecíamos ser muy felices con ello. El ambiente, además de por su presencia, también era agradable porque la ventana que estaba justo a nuestra derecha estaba abierta, y parecían ser las primeras horas de la mañana, cuando más frío hace. Incluso me suena haber visto unas gotas de rocío en alguna que otra plantita de las afueras. 

Como creo que era costumbre, estábamos jugando a la consola un rato. Su sonrisa me parecía preciosa, eso sí lo recuerdo claramente. Me encantaba verla sonreír, y también escucharla reír. En esa situación, no era muy difícil. Más bien, era tan sencillo como empezar a hacerle cosquillas y ya se podían escuchar sus carcajadas, esas que, aún en aquellas condiciones, sentía perfectamente que incluso me aliviaban el corazón de cualquier mal que me pudiese haber ocurrido en el pasado o que me pudiese estar ocurriendo en el presente. Era genuinamente feliz, pero además, ahí no acabó la cosa. 

Sin yo saberlo, al menos no desde un inicio, la realidad era que ambos teníamos sentimientos muy fuertes el uno por el otro, lo cual desde luego que ayudó muchísimo a los hechos que vinieron a continuación de una sesión de cosquillas. 

Aún con la televisión encendida, conectada a la consola, mas con el mando en el suelo, enfrente de la cama, paré de hacerle cosquillas a esa chica que me encantaba, aunque cuyo nombre desde luego que no conocía. Recuperó el aire y se me quedó mirando fijamente con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. Aún lo recuerdo y no puedo evitar sonreír también de tan solo pensarlo... Y si esto es ahora, en ese momento imagino que mi felicidad había alcanzado su cénit. No pude hacer otra cosa que no fuese acercar lentamente mi cabeza a la suya, como si quisiese aprobación. Por la forma en la que lentamente ella cerró sus ojos y mantuvo su sonrisa, entendí que esa aprobación la podría haber tenido desde hacía mucho tiempo atrás, así que continué hasta besar a esa persona que tanto me encantaba, pero que nunca había visto y que nunca había escuchado su nombre. 

No sabría describir muy bien cómo fue el beso en sí... Fue bueno, eso está claro. No fue un beso que le darías a alguien en una discoteca, tal vez tampoco el que le darías a una amante, ni tampoco a una esposa con la cual lleváis años de casados. Fue... Como un primer amor, pero con la experiencia de alguien que ha pasado por muchos males de amores. Esa combinación entre ternura e inocencia por un lado y experiencia y precaución por otra. Me quedaría corto si vuelvo a decir que se sintió muy cálido, que también, pero fue mucho más, eso desde luego. 

Diría que ese beso fue como un bombón de chocolate relleno con crema de avellanas recién sacado de su cajita una tarde de mediados de otoño, cuando ni se derrite con facilidad ni tampoco se mantiene muy resistente, sino que se deshace en la boca suavemente, dejando todo su sabor por la lengua y culmina con la crema de avellanas dándole ese toque distinto que no todos tendrían que tener. Y, dejadme deciros que soy un gran fan de la crema de avellanas. 

En esa situación, lo más normal habría sido ir a por otro, o incluso otros. Pero no fue el caso, separamos nuestros labios y nos quedamos sonriendo cual tontos, mirándonos a los ojos, para segundos después darnos otro abrazo de esos que tanto me gustaban. En ese momento fue cuando ella confesó sus sentimientos, diciendo que llevaba tiempo esperando que pasase algo así, pero que jamás se había atrevido a lanzarse. Y estoy muy convencido de que después de eso nos íbamos a besar nuevamente, a volver a saborear ese bombón de chocolate, pero esa noche, Morfeo tenía otros planes, planes que no me incluían viviendo esa situación tan bonita.

Y entonces, volví a la triste realidad.

Noviembre de relatos #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora