Principalmente, estaba tranquilo. Algo impaciente por llegar de una vez a aquel lugar, pero tranquilo a fin de cuentas. No iba con demasiadas esperanzas, pero tampoco iba sin esperar nada. Quería experimentar algo nuevo o, en su defecto, revivir buenas sensaciones pasadas. Volver a gritar a pleno pulmón, destrozándome temporalmente cada centímetro de todas las cuerdas vocales. Que la gente se voltease para verme y se riese conmigo de la situación que había. Que otros intentasen plantarme cara gritando más fuerte y llamando más la atención. Era una competición más bien absurda, pero altamente entretenida. Algo así. Hacía años ya que no iba a un evento así, tenía que tener, al menos, un ápice de lo que en su día fue esa semana gloriosa en medio del verano.
Camino al recinto en cuestión, no iba muy motivado. Iba como si fuese a comprar el pan. Una acción muy mundana, sin nada especial o distinto. Lo mismo los primeros minutos desde que entré. Del sitio en cuestión solo destacaré su ausencia de presencia. Había muchas mesas, pero pocas personas. Bastante pocas. El clima, al menos, era agradable, y entraba viento fresco por la puerta que daba al escenario. La música que habían elegido para poner de fondo también me agradaba, para variar. Hacía muchísimo que no escuchaba música de mi agrado en algún evento multitudinario. Poco a poco, iba recuperando las mismas vibras que durante los veranos pasados, aunque obviamente no iba a ser lo mismo.
De haber venido más preparado, no me habría importado quedarme ahí una noche o dos, pero no fue el caso. Los primeros dos días, si bien me trajeron buenos recuerdos, no fueron nada especial ni por asomo. Tendría que reservarme para el último de ellos, que casualmente parecía que iba a tener la parte más entretenida de todas, así que salimos ganando.
Del tercer día sí tenía ganas. Iba a revivir esa parte de mí, la más parecida a una parte fiestera que nunca tuve. Además, para más inri, el concurso al cual le tenía echado el ojo encima lo abría aquel cabronazo que se movía como si lo hubiese poseído un contorsionista profesional que hizo ballet durante 6 años consecutivos. Empezaba fuerte, eso desde luego.
Para ser totalmente sincero, diré que ni siquiera presté atención al nombre de su grupo, solo me fijé en su silueta saliendo de dentro del recinto y dirigirse al escenario. Ahí empecé a dejarme las cuerdas vocales. Cualquiera me confundiría con una de esas niñas fanáticas, de no ser porque mi voz parecía la de un camionero bastante perjudicado en ese momento. Y, aunque nadie del grupo se hubiese inmutado, sabía que lo habían escuchado, pero su profesionalidad les precedía.
Pisaron el escenario y se pusieron en posición. Empieza la música. De no ser porque el presentador dijo previamente que no se gritase durante el espectáculo, sino antes y después para no desconcentrar, la música habría sido totalmente opacada por los gritos, no me cabe duda. Y más teniendo en cuenta que el inicio del baile que iban a hacer empezaba con siete pasos totalmente en sincronía por parte de cinco personas. Daba placer auditivo escuchar esas pisadas, tanto que automáticamente me salía un sonido de placer por la boca cada vez que lo escuchaba. Le tenía envidia sana a ese grupo, principalmente porque a mí me hubiese encantado un grupo funcional que fuese capaz de hacer cosas de tal calibre.
La actuación duró unos tres minutos con poco, pero fueron extremadamente disfrutables, como si volviese a mi niñez. Quería verlos de nuevo. Quería estar yo en ese escenario y acaparar todos los gritos que recibieron al acabar. Por supuesto, no por ello dejé yo de gritarles. Me había encantado su actuación y, si ellos ponían el esfuerzo, yo ponía las cuerdas vocales.
Faltaban otros cuatro grupos de los cuales, para ser totalmente franco, no me importaba ninguno. No obstante, uno de ellos se ganó inevitablemente mi atención, no porque su canción empezase diciendo lo que parecía que era cierta franquicia conocida de productos lácteos de forma muy repetitiva, ni tampoco porque fuesen cuatro mujeres y un único hombre que le daría mil vueltas a la mayoría que estaba ahí presente, tampoco porque una de esas mujeres fuese prácticamente en sujetador, sino porque bailaban muy bien, pero muy bien. Me había gustado esa primera actuación de la tarde y de la cual saqué algo de provecho por conocer a uno de los integrantes, pero ahora no estaba tan seguro de quién era mejor. Aunque, por sacar algo más de ventajismo, me había gustado mil veces más la canción del primer grupo que la de estos últimos. Aunque, bueno, eran penúltimos, pero no es que nadie más los fuese a superar.
En igualdad de canciones, no sabría quiénes se lucirían mejor, pero podría ver otro escenario en menos de un mes si ambos pasaban a la final, yendo así a aquel evento al que de verdad le tenía ganas. Se las tenía de por sí, pero si ahora estos dos pasaban, se las iba a tener todavía más. Solo quedaba un grupo más por salir y, luego, el juicio del jurado. De once grupos que habían participado, solo iban a pasar cuatro. Estaba bastante apretado, pero estaba convencido de que se podría.
Después del último grupo que faltaba, se hizo tiempo mientras el jurado decidía sus votos. Bailes aleatorios en los cuales me habría encantado participar de haberme sabido alguno, pero nunca llegó ese que me sabía, lo cual no me impidió gritar a la gente que lo hacía abismalmente mejor que el resto.
Y entonces, paró la música. Se subieron los dos presentadores con un papel que, un poco más de preparación y parecía el papel que contenía los resultados de las elecciones generales del país, pero obviamente no era el caso. Se trataba de los cuatro grupos que pasaban. Y ahí estaban los dos. El que tenía a aquel cabrón contorsionista y el otro grupo que consiguió mi atención a pesar de la tan extraña elección musical. Los siguientes días iban a ser interesantes, y letales para mis cuerdas vocales.