18. Declaración

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Capitulo corregido

Hades Cavalli.

No pude decir nada cuando ella terminó.

Puta mierda.

Así que eso era lo que se estaba guardando.

Debí haber sentido la satisfacción que esperaba, había obtenido lo que tanto busqué, tenía la información completa, por la que había llegado aquí en primer lugar.

Entonces, ¿por qué se sentía malditamente incorrecto?

¿Por qué crecía en mí una furia incontrolable contra todo el puto mundo excepto ella? ¿por qué tenía necesidad de abrazarla y decirle que todo estaría bien y no de ir a contar a mi padre y al estúpido de Lancaster todo lo que había descubierto?

Dejé de hacerme preguntas estúpidas y envolví a Ada entre mis brazos, protegiéndola de los monstruos que la atormentaban esa noche. Su llanto se volvió incontrolable cuando la tuve en mi regazo. Acaricié su espalda, su cabello y sus brazos con cuidado.

Su cuerpo se sentía tan frágil entre mis brazos, los sollozos la movían frenéticamente de arriba hacia abajo. Solamente quería que dejara de sufrir, quería que sonriera como siempre otra vez.

¿Cómo la quería?

Después de unos minutos, habló: —¿Me odias?— me miró, sus preciosos ojos ámbar estaban rojos y llenos de lágrimas no derramadas.

—¿Qué?— se separó de mí, limpiando su nariz con la manga de su abrigo.

—Me detestas— no fue una pregunta —está bien, sabía que esto iba a pasar. Tengo que regresar— comenzó a alejarse de mí —gracias por escucharme.

—¿A dónde vas?— la sostuve por el brazo. —¿De qué hablas? ¿por qué tendría que odiarte?— me miró.

No quería que se alejara de mí nunca más. Yo la iba a proteger.

—Por lo que te dije, ¡por Dios, Hades! ¿no lo entiendes? soy una— apartó la mirada —una asesina. Deberías odiarme, llevarme a la policía, no sé.

—¿Crees que te odio?— la situación incluso me pareció estúpidamente cómica, ¿cómo podría odiarla cuando en lo único en lo que pensaba era en hacerla feliz?

—¿No lo haces?

—Por supuesto que no— la atraje en mi dirección.

—Maté a alguien— habló contra mi pecho cuando la abracé —lo torturé y—

—Y fue poco para lo que ese cabrón se merecía. Créeme, meine fräulein, yo lo hubiera hecho peor— negó. —¿Por qué no le habías contado esto a nadie?

Suspiró, no me respondió hasta segundos después. —Me daba vergüenza. Y miedo, supongo.— Se encogió de hombros restándole importancia.

—¿Por qué?

—Porque podía ir a la cárcel— apartó la mirada. —Y bueno, sabes la sociedad en la que estamos. Me daba vergüenza que no me creyeran, que dijeran que yo lo había provocado, que era mi culpa— negó con la cabeza —a veces lo pienso, ¿sabes?

—¿Qué?

Que no dijera lo que estaba pensando, por favor.

—Que fue mi culpa— Mierda. Una lágrima se deslizó por su mejilla —yo acepté la droga y el alcohol, aún cuando sabía que el efecto iba a ser mayor porque llevaba meses en desintoxicación— sollozó —yo no lo aparté cuando debí haberlo hecho, yo—

Cuando dejes de amarme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora