Capítulo X

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    La cena estaba servida y todo el salón se encontraba abarrotado de dracaes, habría algo parecido a una fiesta de compromiso y Eidrien estaba parado junto a una ventana, con cara de quien preferiría ser castrado antes que seguir en el sitio. Varios indiscretos le miraban de soslayo de vez en cuando y comentaban; eso le hacía sonreír, de seguro era su ropa. Se había vestido casi como si fuera a cualquier parte menos a un evento dracae de tal magnitud. Traía unas botas beige, un jean negro rasgado en las rodillas, un  buzo de color salmón con una chaqueta de mezclilla encima, sus lentes y su cabello despeinado como siempre. No le quedaba mal, se veía como sabía que él era, sexy y guapo, solo que para la ocasión estaba más que mal vestido, y más porque la ropa era completamente del mundo humano.

    No había probado bocado, a esa hora no le apetecía comer fruta, y cada que estaba en Tarendiel su apetito se iba al suelo y eso que él era de muy buen comer. Sus plateados examinaban con aburrimiento el sitio, traía unos auriculares puestos con la música a todo volumen, no quería andar aturdiéndose con los pensamientos del tumulto de hadas que llenaba el lugar. Se preguntaba dónde estaría Zéphyrin, desde la última vez que le había visto, hacía dos días atrás, no se la había encontrado más y había esperado que estuviera ahí, después de todo era su fiesta de compromiso.

    Pensando en eso su vista fue a dar a Ettrian, quien parecía mirarlo de vez en cuando con más desprecio del que normalmente recibía de parte de su familia. Eidrien le ignoraba, ya estaba acostumbrado a eso, así que no le sorprendía. Sus padres también andaban por ahí y agradecía que no se hubieran acercado a él, no estaba para oírlos, en realidad, no estaba para oír a nadie, había decidido que se iría a Ahrimán nuevamente, solo estaba esperando a que Zéphyrin se casara y no entendía el porqué.

    Como si la llamara por el pensamiento, justo en ese instante se abrió de nuevo el portón de entrada y entró ella junto a su abuela. Eidrien se le quedó viendo sin poder apartar la mirada, llevaba un hermoso vestido negro de mangas largas con la espalda completamente al descubierto por sus alas, tenía un degradado a mitad de falda que iba desde rojo oscuro pasando a tonos más intensos, dándole un toque de fuego; y una abertura que dejaba expuesta una de sus piernas.

    Eidrien sonrió, eran los mismos tonos que él tenía en sus alas y ella se veía incluso más preciosa de lo normal, aunque su rostro no se veía de la misma manera, su mirada parecía ensombrecida, como si algo hubiera pasado. Vio como su abuela le llevaba junto a Ettrian y sintió una horrible punzada en la boca del estómago cuando tomó su mano. Le molestaba, aún le incomodaba el hecho de que ese imbécil la tuviera cuando él era el que se había esforzado en traerla. Ella miró a su prometido con algo de desprecio que a Eidrien no le pasó desapercibido y que sin dudas le llamó la atención, siempre que les había visto juntos ella tenía el rostro neutral, pero ahora parecía que lo mataría si pudiera.

    Ettrian no estaba distinto, el agarre sobre su mano dejaba ver lo apretada que la tenía, como si la estuviera presionando y ya Eidrien sentía ganas de quitarse los auriculares y enterarse de qué rayos iba todo eso. ¿Habría pasado algo que él no sabía? No podía ser que en solo dos días las cosas cambiaran tanto. Iba a acercarse pero vio como Brithiel iba hasta ellos primero y se unía a la plática, así que prefirió quedarse al margen, aunque aún le picaba la curiosidad.


    La mirada pesada de Eidrien estaba haciendo incomodar a Zéphyrin, le había visto de pasada en cuanto entró pero se había hecho la que no porque Ettrian estaba ahí. Sentía que explotaría de rabia en ese salón y no podía hacerlo, no después de lo que había pasado esa tarde en su habitación.

    —Iré a tomar algo de comer —dijo de momento, tenía ganas de alejarse de la sofocante presencia de su prometido y fue hasta una de las mesas. No entendía aún como los dracaes podían comer fruta nada más, aunque bueno, en Áes Sidhe no comían nunca fruta, solo carne de áctalos (una criatura que solo había en sus tierras y que era una especie de búfalo con escamas rojas por todo su cuerpo en vez de pelo) y uno que otro tubérculo que nacía en las infértiles tierras.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora