Capítulo I

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    ¿Casarse? Tendrían que matarlo si querían conseguir eso, jamás se casaría. ¿Perder su libertad tan preciada? Ni muerto, prefería mil veces volverse eunuco que tener que compartir su vida con una insípida extraña.

    Volvió a tensar la cuerda de su arco mientras apuntaba la flecha a la diana y disparó, dando certeramente y dividiendo la tercera flecha en dos. Eidrien bajó el arco y volvió a cargar, estaba más que frustrado, molesto, indignado y miles de cosas más. ¿Cómo se atrevían? ¡Le habían comprometido con venga a saber quién! ¿En serio esperaba que él estuviera feliz con ello? ¿Él que odiaba tanto estar en Tarendiel con las aburridas hadas?

    —Por mí todos se pueden ir a la m***** —masculló volviendo a disparar bastante molesto.

    Hacía unas horas de que le habían dado la noticia de que estaba comprometido. ¡Comprometido él! Jah, sí claro ya le verían casarse en sus sueños. Solo llevaba unos meses en Tarendiel y ya tenía ganas de salir corriendo de allí, si no fuera porque lo que le esperaba en Ahrimán era mucho más doloroso que estar aburrido entre las hadas, hacía mucho que se hubiera ido.

    Aún no superaba lo sucedido con Sky, sabía que habían tenido un altercado bastante grande con los vampiros y que Ciel casi mató a toda Transilvania, pero no había ido a verles. No porque no se preocupase, sino porque prefería mantener las distancias antes que ser un hipócrita, si iba allí y veía su felicidad lo único que podría hacer es deprimirse aún más. Además, no quería incomodar a ninguno con su obvia sinceridad que siempre le acompañaba de la mano, a veces se preguntaba si debía de guardarse algunas cosas para sí.

    —¿Piensas gastar todas las flechas del reino en ese berrinche tuyo? —escuchó que preguntaban a su lado y maldijo por lo bajo, notando que era Cian.

    —Vaya, pero si esto se pone cada vez mejor —se quejó, volviendo a apuntar y disparó, dando por séptima vez justo al centro.

    Cian caminó en su dirección, notando la obvia frustración de su rubio primo que parecía que no se le bajaría con nada. Eso le hizo sonreír, ya se había enterado de lo del compromiso y la verdad, no esperaba menos de Eidrien, ni él que era el más responsable aceptaría tal cosa, mucho menos su primo que era un irresponsable inmaduro.

    —¿Qué quieres, cara de pescado? ¿Viniste a refrescar tu escamoso trasero en las aguas sagradas? —preguntó sarcástico, sin siquiera mirarlo y volviendo a disparar.

    Cian rodó los ojos. —Me mandó a llamar mi tía.

    —Pues dile a Hayden Lavanadel que cuando los irins puedan pisar la tierra, amar de nuevo y dejen de ser tan insípidos aburridos, yo me casaré. Mientras tanto, que se refresque el trasero con el agua que sale de la copa de Oberón, dicen que allá arriba es más fría.

    —Ay, Eidrien —Su primo se frotó los ojos con el índice y el pulgar para calmarse. Él no iba a cambiar nunca—. Al menos podrías intentar conocer a la chica.

    —¿Perdón? —Le miró indignado con sus cejas alzadas—. Te diré algo, Cian, eso de que las hadas son todas hermosas es puro cuento, ¿eh?

    —Todas son hermosas...

    —Y aburridas, sumisas, tontas, superficiales y revolotean por ahí con sus alitas de mariposa —le completó con burla, aleteando con sus manos para simular alas—. Por favor, solo saben oler flores, comer fruta y cagar en colores.

    —Eidrien, ese vocabulario —le reprendió con molestia y su rubio primo se encogió de hombros.

    —No sé en qué andaba pensando Hayden cuando te mandó a llamar. ¿Será que los siglos la han vuelto más tonta? Si sabe que no te sorporto —musitó para sí, volviendo a apuntar y haciendo rodar los ojos nuevamente a Cian.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora